El Coro y la Percusión

Por Alberto Murillo, Argentina, Maestro de Música – Artista de la Percusión

 

Utilizaré  una metáfora de “trazo grueso” para describir un marco general.

Por un lado el gran poderío intelectual y sobre todo político de Europa para perpetuar en la historia de la educación oficial musical occidental(de casi exclusiva preponderancia en el continente americano) a estudiosos e investigadores de la talla de Dalcroze, Orff, Willems, Martenot, Ward, Kodaly y similares), quienes en mayor o menor medida incluyeron el estudio, la conciencia, el dominio del ritmo (como se apetezca denominar) como cuestión central a abordar en la formación musical de cualquier persona que tuviera como meta ser instrumentista o docente del arte de la música.

Por otro lado, siguiendo con la “gruesa” metáfora, el gran poderío visceral, testimonial de culturas orientales, indígenas, étnicas y sobre todo africanas que, engarzado en muchos casos, en el dolor y el sometimiento, viene recorriendo la historia  del mundo desde tiempos inmemoriales y abonando y fusionando en otras muchas culturas sus ritmos, sus escuelas musicales, sus estéticas.

La vivencia y el intelecto, el curso y el discurso, lo no-formal y lo formal (para utilizar términos que nos vayan situando en este presente), esa vital tensión que ha estado desde que el mundo es mundo.

Dos escuelas?, no tengo la respuesta, pero atención, pongamos por caso que efectivamente fueran dos escuelas, y que hasta hace un tiempo no muy lejano han estado enfrentadísimas. Mejor dicho, que la “escuela” formal y academicista ha puesto como enemiga a la otra “escuela” (esa empírica, divertida y descontracturada, pero al fin pobre y descarriada), y la ha declarado feroz pecadora y de escaso valor.

Cabe aclarar en este punto del escrito que no se mencionará el viceversa de este conflicto, ya que no hay información oficial acerca de ello. 

Tengo para mí que esta tensión  a que hago referencia ha sucedido y se ha alimentado a pesar de los Dalcroze, de los Kodaly, de los Orff y todos esos seres que, inquietos y sensibles han tratado de enriquecer el aprendizaje de la música. Tengo para mí que esta tensión es cosa de sistemas, de personas que nada tienen que ver con la esencia de la música; que mas bien tendrían (dran) que ver con sistemas ideológicos aislacionistas, con políticas “conservacionistas”, o tal vez con modelos pedagógicos que no pueden  interpretar adecuadamente  las necesidades expresivas naturales de las personas. 

Se conoce que desde hace ya varios años, ambas “escuelas” mantienen relaciones, se entrelazan, se nutren mutuamente, así es que hoy, con el siglo XXI andando a full, el concepto “conservatorio”,  la estructura “académica”, la enseñanza “formal”  tiene sus puertas traseras sin llave, y por allí y por sus ventanas también, entran los sones, las cuerdas, las comparsas, las parrandas, las bagualeras, las murgas y los punk-rock, los pop chamamès, las virtual sonatinas, las afro chacareras y los digitangos que pueda uno imaginar.

Entran y dejan sus huellas en los encerados pisos, se sientan con los pies sobre las vidriadas mesas, abren la heladera y se sirven algunas cosas. Pero jamás han roto nada. Al contrario, todo el patios se ha vuelto a llenar de pájaros y hay luz y risas hasta bastante tarde.

Dice Sir George Martin (el genial productor de The Beatles), que el ritmo es la diferencia entre la vida y la muerte.

O acaso nunca hemos escuchado a grupos y/o solistas de música vocal e instrumental ejecutar obras técnicamente impecables, bien afinadas pero que no consiguen atraernos, que no logran que dejemos de pensar en cualquier otra cosa o que, inconscientemente nos alientan a que nuestra vista recorra los decorados de la sala, o que nuestra concentración irremediablemente se deprima?

Ritmo ¡allí falta ritmo¡¡ el ritmo es el Eros de la música. Su energía vital. Esa pulsión primigenia que nos propicia cosquillitas en la panza. Lo que nos hace gustar desde el sentir y no desde el saber.

Por eso la percusión en el coro, porque todo tiene ritmo, y máxime si los grupos corales, sus arregladores y autores, introducen en los repertorios expresiones musicales de raíz étnica, de raíz folklórica urbana y rural. Y que para colmo esas expresiones no son cosas del pasado y olvidadas, sino que  están vigentes en el oído del pueblo.

Para finalizar, pienso que en toda interpretación de una obra musical (sobre todo si es de carácter popular) el ritmo debe ser dominado y trasmitido con perfección, sea utilizando instrumentos u objetos percusivos ó a través de la exacta marcación de los ritmos implícitos en las melodías o las armonías.

En ambos casos los ejecutantes deben sentir, deben trasmitir al oyente el ritmo al cantar, así como un bailarín lo hace al bailar.

Una música sin ritmo bien sentido es como una fotografía levemente fuera de foco.

Tiene razón George Martín, por eso seria muy nutriente que los compositores y arregladores incluyan, o sigan incluyendo al ritmo,  tanto sea en obras complejas o simples patterns de acompañamiento.

No solo pensar en organizaciones rítmicas de complejo tramado instrumental ( porque requeriría de especialistas), tan solo poner en valor al amplísimo campo de recursos que ofrece la percusión corporal;  manos, muslos, pies, voces percusivas, unisonos corporales, ó ensambles de tanta riqueza sonora y sutil que nos provee el cuerpo, el principal instrumento.

 

Alberto Murrillo

 

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