Los coros y el coronavirus: el día después

Aurelio Porfiri. Compositor, director, escritor y educador.

He trabajado con coros y música coral durante casi cuarenta años, por lo que puedo decir que les he dedicado la mayor parte de mi vida. Por lo tanto, ha llegado el momento de pensar sobre los efectos de la crisis del coronavirus que nos encontramos viviendo, una situación que nos ha sorprendido a todos: nos hemos sentido frustrados, asustados y también nos hemos preguntado cómo va a ser posible empezar de nuevo una vez se termine esta pesadilla. Tampoco sabemos cuándo va a pasar todo esto, pues los “expertos” hacen honor a su nombre aterrorizándonos a todos.

Este nuevo comienzo no va a ser fácil, pues ahora mismo no hay nada que temamos más que acercarnos los unos a los otros, exponernos a las famosas gotas o quizás infectarnos a manos de alguien que no presenta ni el más mínimo síntoma. En realidad, vemos todo esto como posibles peligros para nosotros mismos y para los demás. Por lo tanto, quizás cantar en un coro no sea la actividad más segura para evitar la dispersión del virus, pues todos los cantantes están bastante juntos y emiten sonidos que naturalmente llevan consigo las famosas gotitas. Si cantas en un coro de 40 o 50 personas, ¿cómo puedes estar seguro de que todos ellos están a salvo del virus? También hay que tener en cuenta que, gracias a dios en realidad, en nuestros coros hay un gran número de gente mayor. ¿Cómo podemos protegerlos de alguien que, sin quererlo y sin ningún síntoma, puede ser portador del coronavirus? ¿Cómo podemos protegerlos de un virus que es mucho más letal para los mayores? Este es un problema muy presente para muchos directores corales, profesionales que de la noche a la mañana se han quedado sin trabajo. Esta situación también va más allá de los mayores: también afecta a los jóvenes, pues se pueden infectar y pueden contagiar a familiares más frágiles, ya sea por cuestiones de salud o por la edad.

Estas preguntas hubiesen sido absurdas hace tan solo dos meses. Nos hemos enfrentado a un auténtico cataclismo que ha dado la vuelta a nuestras vidas y también ha amenazado nuestro futuro. No podemos pensar sobre cómo nos vamos a proteger hasta que hayamos derrotado al virus, algo que esperamos que suceda pronto. No queremos que nuestro coro deje de cantar, algo muy importante para muchos de nosotros, no tan solo por el culto, también por socializar con otros. Como he dicho muchas veces, los coros son pequeñas comunidades en las que se encuentran amigos, parejas y conocemos a personas que se convierten en partes muy importantes de nuestras vidas. No queremos renunciar a todo esto, eso es seguro, pero tenemos que entender cómo hacer frente a la barrera psicológica que se ha creado durante estos últimos meses, en los que se nos ha aterrorizado constantemente con la idea de que la cercanía física podía ser peligrosa no solo con extraños, sino también dentro de nuestras propias casas.

Se han intentado crear coros virtuales, gracias a las posibilidades que ofrece la tecnología. Sin duda, esto da que pensar, pues abre las puertas a posibilidades muy interesantes para el futuro; un futuro en el que la tecnología estará más presente que nunca en nuestro día a día. No obstante, estas posibilidades no deben impedir que haya esa proximidad con los demás, nuestra capacidad de conocer gente nueva y de cantar juntos. Incluso si no queremos admitirlo, nos necesitamos los unos a los otros en todos los aspectos de nuestras vidas: necesitamos quedar los unos con los otros, reírnos juntos, cantar juntos y hablar entre nosotros. El ser humano es un animal social y la actividad coral no es una excepción. Por lo tanto, necesitamos estudiar cómo continuar aquello que hemos estado haciendo hasta ahora en todos los rincones del mundo: cantar juntos y crear toda una experiencia en torno a la belleza de la música coral, sin todo aquello que nos ha impedido estar juntos estos meses y sin que nuestros miedos se conviertan en un obstáculo a la hora de construir una comunidad con los demás. También hay que ser sinceros: no va a ser fácil. No estoy seguro de lo que está ocurriendo allá donde estés leyendo este artículo, pero aquí en la zona centro de Italia donde vivo, la gente sigue evitándose, aunque mi ciudad no ha sido muy afectada por el virus. La población está pensando en el peligro de este virus, que puede llegar a encontrarse en cualquier sitio.  Psicológicamente hablando, estamos muy afectados y los efectos de esta situación perdurarán mucho más que el virus.

Tenemos que volver a quedar con otros, hay que encontrar una forma de volver a lo que siempre hemos conocido. Como se dice a menudo, la importancia de ciertas cosas solo se aprecia cuando ya no podemos tenerlas. Es hora de apreciar lo maravilloso que era quedar con nuestros amigos para cantar en el coro, verlos cada domingo para la misa o para un concierto o alguna sesión de música coral. Hemos visto como todo esto se nos ha negado en los últimos meses y no podemos pretender que no lo echamos de menos: queremos que vuelva la normalidad. No podemos dejar que el coronavirus mande por encima de todo, no podemos permitir que, en 2020, un virus sea el que dicte nuestra forma de vida. Si bien es cierto que esta es una interrupción temporal, un momento que nos ha pillado por sorpresa y ante el que nuestra sociedad no ha sabido responder de forma correcta, tenemos que pensar cómo vamos a volver a empezar de nuevo y eso también concierne a la música coral, una actividad en la que participan millones de personas. Por lo tanto y siempre con las precauciones necesarias, tenemos que seguir adelante y dejar el pasado atrás. No podemos aprender del miedo. Si tenemos que usar mascarillas por razones de seguridad, estaremos poniendo un obstáculo más al retorno de la actividad coral, pues no es lo mismo cantar con mascarillas. Tenemos que pensar cómo mantener nuestros coros sin poner en peligro a los demás ni a nosotros mismos. No es tarea fácil, pues nos vemos bombardeados por oleadas de noticias alarmantes.

No podemos dejar que el miedo nos limite: podemos con eso y más. El noble propósito de conservar la actividad coral tiene que obligarnos a buscar soluciones creativas y eficaces, soluciones que se puedan poner en marcha de forma segura y de tal forma que nadie se sienta amenazado por cualquier peligro que pueda venir de manos de personas inocentes. Esto no será fácil, pues estamos ante un gran reto y nuestra conciencia colectiva se ha visto sometida a una presión casi insoportable. No obstante, debemos hacerlo. Estoy seguro de que lo conseguiremos, por el respeto que nos debemos a nosotros mismos y a los que nos rodean. Tenemos que hacerlo.

Members of the Singing City Choir hold a virtual practice using the Zoom video meeting app. (Courtesy of Singing City Choir)

 

Aurelio Porfiri es compositor, escritor y educador. Ha publicado más de cuarenta libros y miles de artículos. Asimismo, cientos de sus partituras han sido publicadas en Italia, Alemania, Francia, Estados Unidos y China. Correo electrónico: aurelioporfiri@hotmail.com

 

 

 

Traducción del inglés por María Ruiz Conejo

Revisado por el equipo de español del BCI