La música coral es una expresión de nuestras almas y nuestra cohesión social
Entrevista con John Rutter
Andrea Angelini, director coral, compositor y director editoral del BCI
AA: John, tienes una maravillosa carrera profesional como compositor: ¿qué opinas sobre el canto coral amateur?
JR: Me encanta escribir para coros amateurs y trabajar con ellos. Considero que también es importante abrir las puertas del canto coral al gran público, lo que me ha llevado a organizar las jornadas “Come and Sing” (“Ven y canta”), para todo aquel que quiera disfrutar de un día lleno de canto, conocer algo más sobre el repertorio coral o simplemente descubrir la gran satisfacción de formar parte de un coro. Estamos muy orgullosos de tener varios coros y conjuntos corales a nivel profesional por todo el mundo, pero no podemos olvidar que la gran mayoría de los coros están compuestos por niños, estudiantes o amateurs. No podemos aislarnos de ellos o mirarlos por encima del hombro.
Empecemos por el principio de la aventura:¿recuerdas cuándo fue la primera vez que tuviste contacto con la música coral?
¡Tenía solo cuatro años! En mi guardería comenzábamos todas las mañanas cantando, todos juntos. Mi madre guardó mi primer boletín de notas del colegio y en el apartado de música decía “John canta bien si lo hace bajito”. Seguramente le ponía demasiada emoción. Muy poco después descubrí que los deportes como el fútbol no se me daban nada bien, pero sentía la misma satisfacción al participar en el coro de mi colegio: era parte de un equipo y podía contribuir de forma útil. Además, en un coro ¡no pasas frío, ni te mojas ni terminas lleno de barro! Me dijeron que tenía buena voz aguda y podría haber hecho las pruebas para ser un corista de la catedral, pero a mis ocho años no estaba seguro de querer ir a un internado (en Inglaterra, la mayoría de las escolanías son internados) por lo que me uní al coro de la capilla de mi colegio. Era muy buen coro y cantábamos un repertorio bastante parecido al que hubiese trabajado en el coro de la catedral (Palestrina, Byrd, Monteverdi, Bach, Brahms, etc.). Con el tiempo fui rotando por los cuatro registros corales; y hay algunas obras de música eclesiástica, como el Sicut Cervus de Palestrina, en las que llegué incluso a cantar todas las partes.
Dirigir, cantar, componer y arreglar … cuatro aspectos diferentes del músico que quiere dedicar su vida a la música coral. ¿Es posible convertirse en un experto en todos estos campos o quizás es mejor dedicarse a una sola cosa?
Siempre he pensado que si quieres ser rico y famoso, mejor concéntrate en una sola cosa y dedícate a ello plenamente. Si quieres tener una vida interesante y enriquecedora, es mucho mejor hacer diversas cosas, todo aquello que de verdad te llene. No me interesa el dinero o la fama, pero sí que me interesa aprender más sobre los distintos aspectos que constituyen la música: componer, arreglar obras, realizar la orquestación, dirigir, hablar sobre música, grabar y producir discos, etc. El cerebro es un gran almacén y hay espacio para almacenar muchas ideas y habilidades. También considero que las distintas habilidades musicales se complementan entre sí. Probablemente compongo mejor música porque tengo amplia experiencia dirigiendo, escribo mejor para voces porque también lo hago para orquestas y solistas, soy mejor productor porque entiendo qué se siente como intérprete. No hay nada de malo en especializarse, pero en cuanto a mí no veo la necesidad. Creo que fue Leonardo da Vinci quien dijo aquello de “Nihil humanum a me alienum puto” (“Soy humano, nada humano me es ajeno”). Justamente hacía referencia a que todo le parecía interesante, sin duda una buena máxima.
El repertorio coral es inmenso: desde la polifonía hasta la música contemporánea, pasando por el barroco, románico, la lírica, el góspel o el serialismo. ¿Deberían los coros intentar interpretar todos estos estilos? O, por el contrario, si deciden especializarse, ¿cuál sería el criterio para elegir los estilos que interpretan?
Depende de la personalidad y la experiencia del director. Bajo la batuta correcta, un coro puede llegar a dominar casi cualquier estilo musical, pero si el director tiene afinidad especial por un tipo de música en concreto, quizás sea mejor centrarse en ello, en lugar de trabajar con obras de determinados estilos con las que el director no llega a conectar, algo que puede transmitirse a los propios cantantes. No obstante, en ocasiones tanto el director como el coro pueden lanzarse juntos a una piscina de descubrimiento. Recuerdo la primera vez que dirigí el Requiem de Brahms, hace ya muchos años. Por aquel entonces no estaba seguro de entenderlo del todo; a medida que trabajábamos más y más en la obra durante los ensayos pude ver lo emocionante que era, tanto para el coro como para mí mismo, ir descubriendo poco a poco esta obra tan maravillosa. Muchas veces tienes ir quitando todas las capas antes de encontrar el tesoro dentro.
Una pregunta más sobre el repertorio. A menudo se habla sobre la forma de componer música coral en la actualidad. Muchas veces, parece que los compositores no tienen la posibilidad de reafirmarse en su estilo, pero en su mayoría simplemente se limitan a seguir las indicaciones que les impone el mercado musical. El 90% de los coros son amateur, lo que evidentemente afecta las posibilidades de interpretar música muy complicada. ¿Estamos perdiendo la música de nuestra época?
Es cierto que escribir música coral supone un reto especial. La mayoría de las orquestas son profesionales y puedes escribir cualquier cosa, sin importar lo difícil que sea, y van a interpretarlo. La mayoría de los coros, como comenté en mi primera respuesta, no son profesionales y su nivel de habilidad musical y técnica varía. Es importante que los compositores de música coral conozcan el coro o el tipo de coro para el que están escribiendo, y el número de ensayos que podrán tener para sacar adelante la obra. Está bien exigir más y más a tus intérpretes: si toda la música que están preparando se encuentra dentro de su zona de confort y no supone un reto técnico, se aburrirán. Por el contrario, si se encuentra mucho más allá de lo que pueden conseguir a nivel técnico (y de las propias aptitudes del director), se desanimarán y no se logrará bien esa obra. Al fin y al cabo, se trata de encontrar un punto medio. En general, veo que a la hora de escribir música coral necesito presentar mis ideas de la forma más sencilla posible, dejando de lado toda aquella complejidad que sea innecesaria. De hecho, es más complicado escribir una pieza sencilla que una de mayor complejidad, puesto que una pieza sencilla va a presentarse con mayor claridad al oyente, y, por lo tanto, hay mayor riesgo de que se convierta en algo poco original o que se olvide fácilmente.
No podemos discutir aquí en profundidad la división que se produjo (en algún momento del siglo XIX) entre músicas de “alto nivel artístico” y formas populares de música. A principios del siglo XIX, Schubert escribía tanto sinfonías serias como música ligera de danza, utilizando el mismo lenguaje musical. A finales de siglo, podemos estar seguros de que Johann Strauss no habría podido escribir Tristán e Isolda ni Wagner el Danubio Azul. Si avanzamos algo más hasta la época de Mahler, puede decirse que ningún compositor habría podido sobrevivir sin la capacidad de dominar la melodía: en el siglo XX, Stravinsky confesó que “no tenía el don de la melodía”, pero en su mundo compositivo esto no importaba porque la música de conciertos y la ópera habían tomado caminos diferentes, mientras que la música melódica había encontrado su lugar en la opereta y la canción popular.
La melodía es importante para mí, y creo que la música debería basarse en las dos actividades fundamentales del ser humano, como son el canto y la danza. Por lo tanto, me gusta pensar que soy mitad compositor, mitad escritor de canciones. Cuanto más se acerca el compositor a la escritura de canciones, más se aleja su obra del mundo de hoy de la música de conciertos y ópera. Sin embargo, ¿quién puede afirmar que el lenguaje de estas formas musicales es verdaderamente “la música de nuestra época”? En una conferencia a la que asistí en Roma, tuve la oportunidad de preguntar sobre quiénes serían los compositores más importantes cuando se escriba la Historia de la música del siglo XX en Italia. ¿Los dos Luigis, Nono y Dallapicolla? O, por el contrario, ¿serían Ennio Morricone y Nino Rota? No creo que exista más un tipo principal de música; simplemente hay distintas corrientes que ocasionalmente van de la mano, pero en su mayoría fluyen de forma independiente. Vivimos en una sociedad muy diversa, y es bueno que nos respetemos y aprendamos los unos de los otros.
¿Consideras que hay locaciones mejores para cada tipo de repertorio? Mi amigo Peter Phillips (director de los Tallis Scholars) me comentó en su día que no hay una conexión concreta entre el texto y el lugar en el que el coro va a cantar ¿Crees posible que sea atrayente cantar un motete sacro en una sala de conciertos?
Es paradójico que la mayor parte del público de música sacra en la actualidad se reúna en salas de conciertos o directamente escuche estas piezas ya grabadas. Palestrina y Victoria jamás hubiesen imaginado que sus misas se escucharían en salas de conciertos y que todos los movimientos de sus obras se escucharían uno tras otro; pero el mundo ha cambiado mucho desde entonces. Siempre es mejor si la música se escucha en un ámbito de acústica similar a aquel para el que fue concebida, y sin duda prefiero interpretar canto gregoriano y polifonía renacentista en iglesias reverberantes (y no todas las reverberaciones son iguales). Las iglesias de mármol para las que Palestrina escribió, proporcionan una reverberación clara y resonante, especialmente favorable para las partes de tenor más agudas, por ejemplo en la Missa Papae Marcelli. Mientras que las iglesias de piedra en las que trabajó William Byrd gozan de una reverberación más oscura, ideal para su música coral.
No siempre podemos recrear el contexto litúrgico de la música coral, pero esto es bueno a veces. Puedo imaginar toda la cháchara entre los feligreses congregados y el rechinar del incensario en la iglesia de Letrán, o los sermones interminables en las iglesias de Bach. Quizás es mejor sentarse tranquilamente y disfrutar de la belleza de la música sacra en un concierto de los Tallis Scholars.
La música coral constituye una red muy amplia. Hay muchas organizaciones que están estrechando lazos entre distintos países para que el mundo sea un lugar mejor gracias a la música coral. Es más, el canto ha estado presente en las revoluciones hasta hace casi treinta años. Inglaterra, hace poco, ha decidido salir de la UE: ¿dos actitudes diferentes? ¿Qué opinas al respecto?
Ay… Ojalá el mundo estuviese gobernado por músicos en lugar de políticos. Para empezar, habría más armonía. Los músicos saben que vivimos en un único mundo y nos unen lazos de humanidad que van más allá de la política y las fronteras entre países. Todos tenemos que ser comunitarios.
La última pregunta y quizás la más complicada: ¿Qué es la música coral?
La respuesta más clara es música escrita para que muchas voces canten juntas. A un nivel más profundo, la pregunta es qué significa en nuestra sociedad, y considero que la música coral es una expresión de nuestras almas y nuestro sentimiento de pertenecer a una comunidad. Lo he dicho muchas veces: la música coral une a las personas. Su repertorio es de un valor incalculable, pues se remonta a más de mil años y sus raíces se extienden por un gran número de países, ya sea gracias a un pequeño madrigal, un grupo barbershop o un impresionante coro y su interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven. Aporta una satisfacción física, emocional y espiritual extraordinaria para todos aquellos que participan en ella y, como dijo una vez el autor inglés Kingsley Amis, es lo más divertido que puedes hacer con la ropa puesta.
John Rutter nació en Londres y estudió música en el Clare College en Cambridge. Empezó a darse a conocer como compositor cuando era estudiante: muchas de sus primeros trabajos eran obras sacras y otras composiciones corales, entre las que se encuentran algunos villancicos. Desde 1975 a 1979 fue Director Musical en su alma mater, el Clare College; además, fue director del coro de la capilla de la universidad en varias grabaciones y programas. Desde 1979 se ha dedicado tanto a la composición como a la dirección coral. Hoy en día sus composiciones, entre las que se incluyen obras de concierto como Requiem, Magnificat, Mass of the Children, The Gift of Life, y Visions, se interpretan por todos los rincones del mundo. En 1983 fundó su propio coro, los Cambridge Singers, con los que ha llevado a cabo numerosas grabaciones. Asimismo, también colabora como director invitado y embajador coral por distintos coros en varios países. John Rutter tiene un Lambeth Doctorate en Música y en 2007 recibió el título de Comendador de la Orden del Imperio Británico (CBE) por los servicios prestados a la música.
Correo electrónico: info@johnrutter.com
Traducido del inglés por María Ruiz Conejo, España
Revisado por Juan Casabellas, Argentina