¿La Voz Femenina Está Volviéndose Más Masculina?
Walter Marzilli
Profesor y Director Coral
Este artículo aparece aquí con el permiso de ‘Lo Spettacolo’, publicado por Società Italiana degli Autori ed Editori.
Hace algunos siglos, en lo que podría ser creativamente determinado como la historia de la transformación humana, un fenómeno verdaderamente sorprendente hace su aparición. Aparentemente confinado de manera estricta al mundo de la música, estaba destinado a tener repercusiones tanto sociales como éticas. En el siglo XVI muchos niños pequeños fueron sometidos a la castración, en un intento por crear una nueva raza asexuada de ángeles bendecidos con voces celestiales. Desde una perspectiva estrictamente fisiológica, el proceso involucraba una operación en los testículos del niño antes de que empezaran a segregar testosterona. Normalmente, la acción de esta hormona desplegaría la madurez sexual, y como característica secundaria afectaría la laringe, resultando en un cambio vocal. Con la liberación de la hormona en el sistema, el cantante no estaría en condiciones de alcanzar el registro de los tiples. Su voz rápidamente descendería una octava, moviéndose hacia una de las tres categorías finales: bajo, barítono o tenor. Sin la drástica intervención quirúrgica antes mencionada, estos cambios tendrían lugar durante el curso de algunos largos años, y serían seguidos por un período de descanso y entrenamiento con la nueva voz masculina. La hábil mano del cirujano interrumpió esta larga espera, confiriendo una textura pseudo-femenina a la voz del niño, sin lastimarla. Para bien o para mal, la voz del cantante mantendría este carácter por el resto de su vida.
Muchos de estos niños provenían de los contextos más pobres, a menudo las últimas adiciones a grandes familias en serias dificultades financieras, y su castración representaba una oportunidad para futuras riquezas a los ojos de algunos padres inescrupulosos. Por esta razón, y debido a las tentadoras ofertas hechas por coros tanto de las cortes como de las iglesias, esta cruel práctica continuó por unos cuatro siglos. El fin era meramente estético: la creación de un nuevo tipo de voz que pudiese superar con creces aquel de los cantantes de falsete, tan común en ese tiempo, quienes eran simplemente hombres saludables imitando una voz femenina [el término falsetto proviene del Italiano falsare, que literalmente significa ‘alterar’ o ‘distorsionar’].
Es bien sabido que aunque las mujeres no estaban del todo vetadas, se encontraban con grandes dificultades a la hora de abordar un escenario, tal y como al intentar cantar en los coros de iglesia. La voz de un niño, a pesar de poseer su propia textura y características únicas, podía en ocasiones ser un sustituto de la voz de una mujer. Era ésta una forma de sobrellevar los obstáculos asociados con el orden social existente, en el que cualquier mujer que deseara seguir una carrera artística como cantante tenía asegurado el fracaso. Pero remplazar mujeres con niños, aunque resolvía muchos problemas, también creaba muchos otros. Estos estaban relacionados a varios factores, entre ellos la estatura física (especialmente en relación con el teatro), la confiabilidad profesional y el hecho de que la voz de un niño dura sólo hasta la pubertad, lo cual significó una continua necesidad de entrenar nuevos niños. En resumidas cuentas, era necesario encontrar un sustituto lo más convincente posible para la voz femenina, al mismo tiempo que lidiar efectivamente con los problemas antes mencionados. La solución que emergió fue la castración. El obtener la ilusión de la voz de una mujer en el cuerpo de un hombre, trajo consigo el beneficio agregado de no tener que romper con ninguna convención social, los amantes de la ópera y de la música coral en ese tiempo estaban dispuestos a hacerse la vista gorda con ciertos aspectos. Por ejemplo, uno de los nuove cantanti o ‘nuevos cantantes’ interpretaba el papel de princesa enamorada con su inusual condición física, sobresaliendo su cabeza y hombros por encima de los que le rodean y pesando algo más de 200 libras.
Esta corta introducción debería ser suficiente para dar una idea de la importancia que ha sido atribuida al ‘sonido’ de la voz humana a través de la historia. En casi cualquier situación, sin importar su significado psicológico o social, se hace uso de alguna forma de acompañamiento vocal. No hay necesidad de nombrar la lista infinita de ocasiones en las cuales la gente modifica su voz, de acuerdo a los cambios en tiempo, lugar o simplemente su humor. La voz es tan esencial para nuestros cuerpos como nuestros brazos o piernas, pero es también la única parte de nosotros que puede escapar y alcanzar más allá de los confines físicos del cuerpo. Es una extensión metafísica que va más allá del espacio ocupado por la mera carne, revelando el aspecto más intangible de nuestro interior, un lado espiritual tan íntimo como breve. Por ello es una ventaja que no tiene precio: un don que enriquece nuestra existencia con las enormes posibilidades que ofrece. Sólo se necesita pensar cuán fácil resulta ser fascinado por una voz en la radio, a la cual, de manera consciente o no, asociamos instantáneamente con una apariencia física que imaginamos. Alguien que en realidad es bastante simple en apariencia puede ser transformado en una figura fascinante, simplemente a través del poder de la voz; la gente que imaginamos cuando escuchamos las voces en la radio son el producto de nuestras idealizadas proyecciones mentales. Esta es la razón por la cual la televisión, a pesar de su naturaleza mucho más física y tangible, no puede remplazar a la radio: la gente no permitirá que destruya sus creaciones artísticas, incomparables obras maestras creadas por el poder de la imaginación y preservadas en un archivo mental privado.
El número total de posibilidades para la comunicación vocal significa que muchos usos diferentes de la voz han sido desarrollados, tan diversos y numerosos como las situaciones en las que son empleados. Todo arte que hace uso del discurso o canción ha dado surgimiento a una técnica vocal específica y continuamente envolvente, oponiéndose a las restricciones sociales, culturales o estéticas de la situación. Los progresos que han tenido lugar en todo tipo de canto saltan a la vista, o bien están allí para ser escuchados, especialmente en el campo de la música popular. Por ejemplo, una hermosa voz de semi-tenor que hace uso frecuente del estilo falsete, como era popular en la década de 1950, podría simplemente provocar disfrute si fuese imitada hoy. Pero detrás del inmutable pasar del tiempo y acompañamiento de los inevitables cambios en el gusto musical, emerge un patrón general que bien vale la pena tomar en consideración. Observando el vasto panorama de los estilos musicales de hoy, es claro que ha aparecido una preferencia hacia voces femeninas más graves, en claro contraste con el más tradicional sonido agudo de soprano. La preferencia ahora es por un sonido fuerte y decidido, que es asociado a ciertas connotaciones con la virilidad. Ciertamente éste es el patrón que emerge cuando se escucha cuidadosamente la música popular, e incluso más entre niños o adolescentes cantantes. En este sentido, incluso el karaoke puede ser una importante herramienta para el análisis y estudio de las tendencias de la población en general, revelando una tendencia innegable de la masculinización de la voz femenina. Un fenómeno similar es evidente en el campo de la ópera, incluso si parece que se ha limitado a una mayor proporción de mezzosopranos entre estudiantes en cursos de canto que ocurrió en el pasado. En todo caso, hay ahora una escasez de auténticas voces de contralto y bajos profundos.
En la música popular, que tiene un mayor impacto en el mercado -y como tal un mayor impacto en el entorno social que otras formas de música más “culta”-, surge otro patrón: un estilo particular de emisión vocal muy común que podríamos describir como ‘voz de garganta’, a fin de diferenciarlo de los estilos más canónicos conocidos como ‘voz de cabeza’ y ‘voz de pecho’. Por esta razón, de todas las características de la música popular, es la ‘voz de garganta’ la que ha llegado a definirla, por lo que cualquier desvío de este estilo ahora es automáticamente etiquetado como ‘operático’.
Normalmente, un estilo de “voz de garganta” para cantar es simplemente el resultado de una falta de técnica vocal al desplazarse de un registro vocal a otro, lo que se conoce como el registro di passaggio. Dicha capacitación permitiría al cantante utilizar la “voz de cabeza” a fin de producir notas más altas. Los cantantes pop se encuentran en una posición en la que se espera canten notas altas, pero sin emplear el registro di passaggio, ya que los resultados presumiblemente se parecerían demasiado a la ópera. Esto significa que se ven obligados a inventar sus propias técnicas para alcanzar las notas más altas, especialmente porque son conscientes de que sus ingresos están directamente relacionados con su productividad musical.
A menos que el ejecutante en cuestión tenga la suerte de ser anatómicamente apto para tales esfuerzos vocales, es probable que la consecuencia más lógica sea una hiperactividad de las cuerdas vocales, que puede conducir a la formación de nódulos. La voz, a continuación, toma una textura característica, fácilmente reconocible al oído entrenado, y se muestra como improbable el poder aprovecharla artísticamente. El timbre se profundiza, los sonidos de la voz se vuelven más ásperos, el tiempo que el cantante puede exhalar se vuelve más breve y las notas medio-altas se convierten en prácticamente inalcanzables, o por lo menos requieren un tremendo esfuerzo. Cuando no es debido a otras razones fisiológicas, ésta es la causa de la voz ronca de algunos cantantes, tanto de Italia como de otros lugares, que han logrado hacer de ella una especie de marca registrada. El éxito de estos cantantes confirma la popularidad de este tipo de voz, que no obstante se encuentra más allá de los límites críticos normales de una evaluación puramente estética. Se podría considerar como un fenómeno restringido a una élite exitosa. A veces la imitación es inconsciente, pero en cualquier caso este comportamiento vocal se ha extendido a la sociedad en general y a través de una amplia gama de grupos sociales.
Las tendencias vocales actuales también están conectadas con técnicas de respiración. Las venas dilatadas pueden verse frecuentemente no sólo en los cuellos de los cantantes durante las actuaciones, sino también en los de las personas cuando hablan. Si se retrasa el momento en el que el orador inspira aliento debido al hincapié en las últimas palabras de un enunciado, los órganos implicados en la intervención se colocan bajo estrés, y esto puede tener un efecto no sólo en el funcionamiento de estos órganos, sino también en las cualidades de la voz que producen. Reconocer los resultados de esa tensión en la propia voz, no es tan sencillo como uno podría suponer. Ahora hay muchas cantantes que hacen uso de este estilo vocal. Por las razones mencionadas, los sonidos altos y claros son los primeros en perderse mientras que se destacan los sonidos más profundos. La hiperactividad de las cuerdas vocales, por lo tanto, puede considerarse como una causa limitada de la profundización de las voces femeninas, pero otros factores diferentes pueden resultar también en un fenómeno similar.
El aumento de la altura promedio de la población, por ejemplo, puede que haya tenido una cierta influencia en la tendencia de las voces más profundas, en hombres y mujeres. Las personas altas deben su estatura a una glándula pituitaria hiperactiva, que controla el crecimiento y desarrollo del cuerpo. La longitud de las cuerdas vocales también es proporcional al crecimiento del resto del cuerpo, una consecuencia de la prolongación del cartílago tiroides. En personas altas este rasgo tiende a ser más pronunciado, lo que les permite producir sonidos profundos y bajos. Esto también puede verse en las cualidades físicas que suelen distinguir a los bajos de los tenores; la tendencia a ser alto, de miembros largos, delgado y vigoroso, con un metabolismo rápido, mientras que los tenores son generalmente más cortos de estatura, con diferentes características físicas y son propensos a engordar debido a su metabolismo más lento.
Aunque al principio puede parecer un tema que poco tiene que ver con la masculinización de la voz femenina, vale la pena tomarse un momento para considerar la existencia de la glándula pineal, situada en el cerebro. A pesar de estar en lo profundo del cráneo, una de sus cualidades es la fotosensibilidad. Otra de sus funciones es la regulación de la glándula pituitaria, responsable del crecimiento, así como el control de la producción de testosterona por las células de Leydig. El hecho de que es sensible a la luz podría significar que la glándula pineal influye sobre el tema de este ensayo. A través de la prolongada exposición a la luz, la glándula pineal puede ser inducida prematuramente a estimular la glándula pituitaria. El resultado de esto sería la secreción precoz de testosterona que, como se señaló anteriormente, trae consigo cambios en la voz masculina y desencadena el proceso que conduce a la madurez sexual y vocal.
También debe tenerse en cuenta que el consumo inconsciente de hormonas presentes en alimentos cada vez más ricos y complejos, a menudo tratados o alterados mediante el uso de sustancias hormonales que estimulan el crecimiento y mejoran la apariencia (incluyendo carne y productos no cárnicos), puede contribuir a la aparición precoz de estos cambios físicos. De hecho, el consumo de estas hormonas tiene un efecto directo sobre el crecimiento de ciertas partes de la anatomía y, como tal, un impacto directo en la presente investigación. La laringe, el órgano que se encarga de producir sonido, también está clasificada como un órgano sexual secundario y es extremadamente sensible a los efectos de hormonas en el cuerpo.
Una vez que se ha alcanzado la madurez sexual, los adolescentes encuentran toda una serie de nuevas situaciones, conectadas a varios factores diferentes; analizarlas de manera muy estrecha causaría que la presente investigación se diluyera en muchos otros campos. Sin embargo, hay un área específica que vale la pena examinar con más detalle: la forma en que los adolescentes muestran que han alcanzado su objetivo, que en sus ojos por lo menos es de enorme importancia social. Aunque es perfectamente evidente para el individuo involucrado, la prueba física de esta alteración, por razones obvias, normalmente permanecerá privada. Es en esta etapa que toda una serie de pautas de comportamiento con frecuencia exageradas comienzan a surgir, a través de las cuales los adolescentes de ambos sexos buscan demostrar los cambios que han sufrido. Expresiones faciales, maquillaje, ropa, cigarrillos y, en algunos casos extremos, fármacos, pueden ser interpretados como un intento de demostrar la madurez a través de mensajes que llegan más allá de los confines del propio organismo, pero al mismo tiempo no son una parte de él. Pero hay una cosa que realmente nos pertenece, que representa nuestra propia identidad personal y está al mismo tiempo indisolublemente vinculada a ella, y que es capaz de enviar claros mensajes a nuestro entorno y es la única parte de nuestro cuerpo que, como se mencionó anteriormente, puede dar forma a nuestro yo interior: nuestra voz. No hay mejor manera, por lo tanto, para presentar nuestra propia autoestima a los que nos rodean.
La conexión entre estos hechos y la masculinización de la voz femenina se hace evidente tan pronto como uno considera los modelos disponibles para una chica adolescente que desea destacar su nuevo estatus como una mujer. Observando la situación como un forastero y tratando de permanecer lo más objetivo posible, es evidente que la imagen de la mujer madura transmitida continuamente por anuncios, películas, televisión y los medios de comunicación en general es imagen de confianza y encanto, acompañada de un cierto toque de agresividad. El otro lado del personaje femenino que recibe especial atención es el que representa la tenacidad, el atletismo y el coraje, claramente visible en las películas protagonizadas por mujeres. Es fácil ver cómo impresionables jóvenes mujeres pueden ser influenciadas a la vez que intentan identificarse con esos modelos. Esta hipótesis ciertamente estaría en consonancia con el hecho de que la inmensa mayoría de los fumadores fuma su primer cigarrillo durante la pubertad, etapa de la vida en que sienten más necesario subrayar su propia madurez recién adquirida. De la misma manera es fácil ver cómo se ha desarrollado una afinidad natural hacia las voces más profundas, más viriles, consideradas como indicador de esas cualidades que son decisivas para el éxito de la mujer en la sociedad moderna. Una voz alta y clara parecería absurda.
La disfunción tiroidea, ya mencionada anteriormente, también puede haber desempeñado un papel de peso en la reducción de la claridad de las voces de las mujeres. De acuerdo con recientes investigaciones endocrinológicas, un porcentaje muy elevado de mujeres (más de 70%) están afectadas por anomalías en la función tiroidea, que implican la aparición de nódulos en la glándula tiroides. La presencia de estos nódulos puede conducir a un notable incremento en el volumen de la glándula, situada junto a la base de la laringe, justo debajo del cartílago tiroides. Su ubicación puede impedir la movilidad normal de la laringe, inhibe la capacidad de vibrar de las cuerdas vocales, reduciendo así el número de vibraciones respecto al flujo de aire. Teniendo en cuenta las leyes acústicas que rigen la producción de sonido, esta condición también llevaría a sonidos profundos y bajos.
Parecería que nos encontramos una vez más en medio de una transición vocal similar a la de los “castrati”, pero que está trabajando en la dirección opuesta: en lugar de hombres luchando por voces femeninas, las mujeres están tratando de procesar sus voces de manera más masculina, aunque esta vez, por suerte, la transformación es incruenta. En realidad, si uno fuera a investigar más a fondo, un oído atento también descubriría una tendencia contraria en la voz masculina, como sonidos más altos de tono y más claros, que ofrecen un mayor poder en lo que a relaciones se trata. Pero ésta es un área de estudio para futuras investigaciones. Por el momento, es suficiente recordar que, desde un punto de vista fisiológico, la laringe, el origen de la voz, está clasificada como uno de los órganos sexuales secundarios. Con esto en mente, no puede considerarse descabellado el postular un paralelo entre la mutabilidad de la identidad vocal humana y de nuestra identidad sexual, ya que esta última ha ido experimentando cambios pequeños pero constantes.
Walter Marzilli se graduó en el Instituto Pontificio de Música Sacra de Roma con un Diploma en Canto Ggregoriano, Didáctica musical, Música coral y Dirección coral. Obtuvo un Doctorado en Musicología del mismo instituto. Estudios en Alemania lo llevaron a recibir un Diploma de Especialización en música para coro y orquesta de la universidad de Colonia, y un Diploma superior en Didáctica musical de la universidad de Düsseldorf. Fue dos veces electo para la Comisión Artística Nacional de FENIARCO (la Federación Nacional Italiana de Asociaciones Corales Regionales). Es director de varios conjuntos corales: I Madrigalisti di Magliano, con sede en Magliano, Toscana; el Octeto Vocal de Roma; el Cuarteto Vocal Amaryllis; y el Coro Polifíonico del Instituto Pontificio de Música Sacra de Roma. Enseña Canto en la Universidad Internacional Sedes Sapientiae de Roma, donde es también Director del Departamento de Música, y ha enseñado en el Seminario Pontificio francés y en la Academia Italiana de Ópera. Ha sido director de la Sala del Centro Italiano para la Didáctica musical de Roma, donde también enseñó por varios años. Enseña Canto Coral en el Conservartorio de Música Francisco Cilea de Reggio Calabria, Dirección Coral en el Curso de Especialización en el Conservartorio de Música de Novara. También enseña en el Instituto Superior para Directores de Coro de la Fundación Guido d’Arezzo, y ejerce como profesor de Dirección Coral en el Instituto Pontificio de Música Sacra de Roma. E-mail: waltermarzilli@alice.it
Traducido del inglés al español por Vania Romero, Venezuela
Edited by Gillian Forlivesi Heywood, Italy