Jerusalén - La Música Coral Supera Fronteras
André de Quadros
Jerusalén es una ciudad que provoca sentimientos nobles y espiritualidad; realmente es una ciudad única en el mundo que las tres religiones abrahámicas (cristianismo, islamismo y judaísmo) mantienen como sagrada, pero también es una ciudad que provoca disputas territoriales. Inusualmente, también fue el lugar donde, en febrero de 2010, tres coros juveniles que viven cerca entre sí han demostrado una vez más que cantar juntos y colaborar puede ser un acto consciente y afirmativo para crear un mundo mejor. Y es que, históricamente, la administración y la custodia franciscana del monasterio de Tierra Santa organizaron un curso de dirección coral de cinco días para directores árabes e israelíes.
Los coros: el Coro Efroni de Israel, el Coro Sawa de Shefar’am (de la parte palestina de Israel) y el Coro Yasmeen de Jerusalén oriental tienen una larga historia de colaboración. Sus directores, Maya Shavit, Eva de Mayo y Rahib Haddad, y Hania Soudah-Sabbara, han seguido efectiva y silenciosamente su compromiso colectivo para superar los obstáculos creados por las realidades políticas, para brindar a los jóvenes en sus coros una experiencia de colaboración musical a través de las fronteras. Durante muchos años, varios encuentros musicales en Israel y en Europa han fomentado entre estos jóvenes estrechas conexiones personales entre los cantantes y sus visionarios directores, y han permitido el conocimiento de las tradiciones musicales de cada uno de ellos.
La FIMC había creado el proyecto “Directores sin fronteras” hace algunos años atrás, principalmente para el desarrollo de experiencias profesionales en países donde el acceso a programas educativos en dirección coral es limitado. Cuando la FIMC -apoyado en parte por el Centro Coral Internacional Eric Ericson a través de la Fundación Vitam Carpe- dio su aprobación para denominar a este proyecto como “Directores sin fronteras”, afirmó la necesidad continua de los coros y sus directores de ser apoyados en los cruces fronterizos. De hecho, la realidad de las fronteras como límite restrictivo es una fuente diaria de angustia tanto para árabes como para israelíes.
Cada uno de estos coros tiene sus propios problemas fronterizos y diferentes contextos sociales. El Coro Sawa, situado en la parte árabe de Israel, fue fundado por Eva de Mayo y Rahib Haddad como una asociación judía-árabe, y ésta es la fuente de su riqueza musical. El Coro Yasmeen, con cantantes católicos palestinos de Jerusalén oriental, es parte de un programa educativo de innovación musical en el Instituto Magnificat, situado en el monasterio franciscano en la ciudad vieja de Jerusalén. El Coro Efroni de Emek-Hefer, en Israel, es un amplio programa, distinguido internacionalmente y busca representar la diversidad de las culturas musicales de Israel.
Llegué a ser parte de todo esto como un invitado de los tres coros. Trabajé con cada coro individualmente y luego en conjunto, justo antes del concierto compartido -denominado “Bendición”- en el que los dirigí en tres obras en el cierre del mismo. El concierto fue notable por su fascinante y rica diversidad de repertorio que representa las distintas fuentes culturales de los tres coros. Por ejemplo, el Coro Efroni cantó música hebrea por primera vez en esta parte de Jerusalén.
El concierto “Bendición” estaba planeado para que tuviera lugar en la iglesia Augusta Victoria en el lado norte del Monte de los Olivos, un sitio sagrado para el cristianismo y el judaísmo. El Jardín de Getsemaní se encuentra al pie del Monte de los Olivos. La oposición sustancial de los palestinos locales, que vieron este concierto como un paso hacia la normalización, tuvo como resultado que la Iglesia cerrara sus puertas para el concierto. En las horas previas al concierto, los organizadores y los directores, comprometidos con las dimensiones humanas del proyecto, decidieron trasladar el concierto a un lugar de actuación relativamente pequeño dentro del recinto franciscano.
Los cantantes y sus directores, en condiciones íntimas y llenos de gente, crearon un ambiente altamente cargado de intenso compromiso artístico y personal. Fue maravilloso ver eso. Allí hubo tres coros viviendo en profundidad situaciones difíciles, sin un idioma común excepto el inglés, simplemente cantando e interactuando juntos, como si fuese algo natural hacerlo. Según los directores y los espectadores, el entusiasmo, los sentimientos de felicidad y de reconciliación barrieron todo en una oleada sin precedentes de emoción transformadora.
Al día siguiente del concierto, empecé a enseñar en un curso de dirección coral a un grupo de directores árabes e israelíes. En su mayoría jóvenes y todos con una considerable experiencia musical, el propósito del curso era la adquisición de habilidades de dirección y técnicas, capacidad vocal, y habilidades para el canto a primera vista. Fue profundamente conmovedor ver a estos directores en una situación de aprendizaje apoyarse mutuamente, experimentando la vulnerabilidad de pararse frente a sus pares y desarrollando sus propios estilos individuales de dirección.
Las palabras de los participantes del proyecto tienen una elocuencia que no necesita ninguna explicación (véase más abajo).
La música es irreprimible y la música coral con su acceso y atracción tiene el poder de comprometer al corazón y a la mente. El concierto coral de jóvenes y el curso de dirección son testimonio de la valentía y la visión de los cuatro directores, Maya, Hania, Rahib y Eva y de los integrantes de sus coros. Los próximos años probablemente traerán enormes desafíos para la gente en esta región, pero allí la música coral continuará construyendo puentes de entendimiento y proporcionará consuelo y alivio en épocas oscuras.
(Para los comentarios de los participantes, por favor consulte la versión en inglés del artículo).
Correo electrónico: adq@bu.edu
Traducción: Javier Perotti, Argentina