Martin Ashley: ¿Cuán Agudo Deberían Cantar los Niños?
por Graeme Morton, director de coros y profesor
© Ashgate Publishing Limited (2009), England
El libro How High Should Boys Sing?, de Martin Ashley, es fundamental para la investigación en el ámbito del canto infantil, dado que es fruto de una extensa investigación cualitativa (compuesta principalmente por estudios de caso y entrevistas) en la que se ha estudiado a niños que cantan una amplia gama de estilos, así como las percepciones que estos niños tienen de sus compañeros. El resultado es un libro realmente interesante que desafía ciertas suposiciones y que ofrece profundas perspectivas.
La historia nos ayuda a comprender el pasado a través de objetos que han caído en el olvido. Lo poco que sabemos de los niños que cantaban en la Inglaterra isabelina (o de los niños de Bach en S. Thomas, o de otros niños cantores de cualquier parte de Europa a lo largo de varios siglos) viene de objetos como contratos de hombres cantantes en los que figura el alojamiento de los niños del coro como parte de la «descripción de trabajo» o las listas de pagos que nos permiten conocer cuántos niños cantaban en el coro en realidad. Para los musicólogos el objeto más importante es la propia música; sin embargo, aún queda mucho por saber tanto sobre los niños que cantaban antaño como de los que cantan hoy en día. La idea de que los pensamientos y los sentimientos de aquellos niños fueran lo suficientemente significativos como para que quedara constancia de ellos, es en sí misma muy ajena al pensamiento precontemporáneo. Nos encontramos ante una de las muchas ironías de la historia de los niños cantores: en una época en la que los más jóvenes debían ser vistos pero no eran escuchados, a los niños que cantaban sí que se les escuchaba, a pesar de que aún permanecen ocultos o escondidos.
En nuestra época aún queda mucho por conocer sobre el papel que el canto desempeña en el desarrollo de la identidad de un joven varón y, a la inversa, sobre el papel que desempeña el sentido de propia identidad al permitir cantar a un niño. Se trata de un área llena de suposiciones.
Lo primero a tener en cuenta acerca de este libro es la inteligente ambigüedad del título. ¿Es un libro sobre técnica vocal para niños, o sobre métodos de formación para los directores de coros de niños, o un texto de fisiología que versa sobre la anatomía de los niños? De algún modo, es todo esto. El capítulo 3 en particular, que cita trabajos de Janice Chapman, John Cooksey, Graham Welsh, entre otros, aborda las cuestiones fisiológicas. No obstante, el foco central del libro queda claro en el subtítulo Género, autenticidad y credibilidad en la voz del varón joven, y Martin Ashley, aunque es músico, utiliza principalmente su gran experiencia como científico social (director de investigación en la Facultad de Educación de la Engine Hill University). Por lo tanto, el asunto del canto infantil se aborda aquí desde el punto de vista de la percepción moderna sobre la función de los niños y desde un marco psicológico a través del cual los niños trabajan para establecerse como las personas que son y, más en particular, a partir de la teoría de Freer (2010) sobre las personalidades posibles, es decir, las personas en las que ellos esperan convertirse.
En tanto qe Ashley centra su investigación en el Reino Unido, sería interesante ver las conclusiones de alguna investigación paralela realizada en otro lugar. Podría pensarse que la disminución de los niños cantores no es exclusiva de Inglaterra, el país que Charles Burney describió una vez como «la tierra sin música».
La pregunta del título también contiene una declaración: la suposición de que los niños DEBERÍAN cantar. Ashley declara al comienzo su posición inequívoca: «[…]casi todos los tipos de canto tienen el poder de cambiar vidas. El hecho de que los niños canten es quizás más importante que dónde o qué cantan» (pág. 3).
Este libro argumenta que los niños deberían cantar, pero más que hablar de las ventajas del canto, el énfasis de la investigación se centra en determinar qué tipo de canto podría ser más conveniente para los niños, valorando el papel de la disciplina en el desarrollo de la identidad del adolescente y del preadolescente. También explora las presiones sociales y psicológicas que impactan en las percepciones que el niño tiene de desarrollo y realidad.
La publicación está llena de interesantes perspectivas y modos de ver el fenómeno de los niños cantores. Martin pone en duda algunas suposiciones sobre por qué a muchos niños les cuesta decidir cantar. La idea de que los niños no quieren sonar como muchachas, es vista por Martin como simplista y, en el mejor de los casos, solo como una parte muy pequeña de la historia. El autor sostiene que los niños, más que intentar diferenciarse de las niñas, quieren convertirse en hombres. Por consiguiente, la comparación no está tanto con las muchachas (que son sus iguales), sino con los hombres (aquellos en que los niños quieren convertirse) y otros muchachos (que, al mismo tiempo, también están implicados en este proceso de transformación).
La investigación de Ashley revela interesantes observaciones en cuanto a la idea del canto como actividad profesional. Habla, por ejemplo, del trabajo de los niños como coristas de catedral, teniendo en cuenta la disciplina diaria y el tiempo dedicado a la tarea, así como el hecho de que, históricamente, no ha habido en este ámbito ningún equivalente a la voz aguda de los niños. Barry Rose, antiguo director del coro de la Catedral de San Pablo (Londres) señalaba que había sólo dos tareas en las cuales los niños eran totalmente profesionales: la de deshollinador y la de corista.
Se recomienda que los niños se involucren en actividades y acciones que los conduzcan convertirse en los hombres que quieran ser. Quizás sea más interesante la opinión de Martin, que señala que los niños que se ven a sí mismos comprometidos «con el trabajo» experimentan un proceso que ellos consideran que los conduce a convertirse en hombres. Como consecuencia, para un niño el rol de cantar (tradicionalmente un medio de interpretación del «trabajo») es más pertinente.
Ashley continúa relatando que muchos de los niños que cantan lo hacen, en realidad, por insistencia de los adultos, por lo que los resultados tienden a satisfacer a estos últimos en lugar de a los propios niños. Otra observación significativa que proviene de la investigación es que hay una correlación entre las preferencias musicales y la clase social, y, si bien en este aspecto vemos otra vez el foco eurocéntrico de la investigación, la música aún tiene correlación con factores como el estado socioeconómico, la educación y la formación musical específica (por ejemplo, saber tocar un instrumento) en muchos otros países y culturas. Ashley critica los medios de comunicación y aquellos intereses comerciales que hacen de la música un producto para el gran público. Él tiene claro que la máquina de marketing que coge a los niños pequeños y crea una imagen de ellos pierde integridad y, al mismo tiempo, fracasa en reconocer la verdadera calidad del joven cantante.
Los verdaderos héroes de este libro son los muchos niños que han participado en la investigación y que han permitido ofrecer una perspectiva de las mentes de los niños cantores (y de algún modo las mentes de otros niños relacionados con estos). Les estamos muy agradecidos por sus aportaciones y a Martin Ashley por escucharlos tan perspicazmente.
Martin Ashley ha dado a los niños cantores, la oportunidad de hablar, con la esperanza de que los niños que, por lo general sólo hablan, también puedan cantar. Se trata de un libro que será de igual interés para educadores, psicólogos y músicos.
Graeme Morton es actualmente encargado de dirección coral en la Escuela de Música de la Universidad de Queensland, y director del Brisbane Chamber Choir. Su interés por el canto infantil está estrechamente relacionado con su trabajo como director de música coral en la Catedral de San Juan, donde existe un coro compuesto por hombres y niños al estilo tradicional inglés. Tiene especial interés en la investigación de los coros de adolescentes y, como director de la St Peters Chorale (el coro que encargó la composición de clásicos australianos tales como Ngana y Past Life Melodies), ha viajado por todo el mundo en numerosas ocasiones, incluyendo Finlandia, Rusia, Suecia, Dinamarca, Alemania, Austria, el Reino Unido, Japón, Norteamérica y Nueva Zelanda. Ha sido ponente en el programa de verano del Westminster Choir College (Princeton, New Jersey) y en 1996 fue profesor visitante de música coral en el célebre St Olaf College (Minnesota). Como cofundador y primer director de The Australian Voices, Graeme ayudó a establecer aún más una nueva toma de conciencia de la música coral australiana. Graeme ha grabado muchos discos y sus composiciones son publicadas por Augsburg Fortress, Kjos Music, y Morton Music. Email: g.morton@uq.edu.au
Traducido por Oscar Llobet, Argentina
Edited by Mirella Biagi, Italy