El Rokudan y el Credo en Canto Gregoriano
Tatsuo Minagawa, musicólogo
Prólogo
En general, se cree que la música occidental fue introducida en Japón en la época en que el país se abrió al mundo, a comienzos de la era Meiji, en la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, la realidad era que ya había aparecido en Japón unos cuatro siglos y medio atrás, en la época en que el misionero San Francisco Javier llegó a Kagoshima en 1549 y comenzó a propagar la fe cristiana. El cristianismo es una religión que da gran importancia a la música, y la transmisión del cristianismo habría estado inevitablemente acompañada por la introducción de cantos cristianos.
En 1552, tres años después de la llegada de San Francisco Javier a Japón, se celebró y cantó una misa de Navidad en Yamaguchi. Las escuelas de teología se establecieron durante toda la década de 1580, y fue en estos seminarios donde se impartió la enseñanza no solo de la fe cristiana, sino también de la música, con estudiantes que debían tomar lecciones prácticas de canto e interpretación instrumental durante una hora diaria. En estas condiciones, resulta natural que los jóvenes japoneses que estudiaron en los seminarios se hubiesen vuelto cada vez más hábiles en materia musical.
En 1582, cuatro jóvenes que habían estudiado en el seminario de Arima, en Kyushu, partieron de visita a Europa como miembros de la misión llamada Tensho. En Japón habían adquirido ya un cierto grado de habilidad en materia de música occidental, y asombraron a los europeos tocando sin intimidarse el órgano de grandes tubos en Europa. Con motivo de su visita a Venecia, el organista de la iglesia de San Marco, Andrea Gabrieli, compuso una misa para recibir a la misión.
Los jóvenes regresaron a Japón ocho años más tarde, en 1590. Uno de los artefactos que trajeron de Europa fue una imprenta. Esta máquina les permitió imprimir una cantidad considerable de literatura cristiana, como por ejemplo, el Manuale ad Sacramenta Ecclesiae Ministranda, editado en 1605 en Nagasaki, que incluye diecinueve cánticos en latín con su respectiva notación musical. Sin embargo, la progresiva tendencia a la importación de música occidental llegó decididamente a su fin como consecuencia de la prohibición impuesta al cristianismo desde 1614 en adelante. Junto con las iglesias, las partituras y los instrumentos musicales fueron destruidos y quemados como símbolos de una religión herética, e incluso la interpretación de la música occidental era probable que pusiera en riesgo la vida del artista. El único registro musical histórico que sobrevivió en este contexto fue el Manuale ad Sacramenta.
La barrera que se levanta ante los historiadores que intentan investigar la música occidental durante la temprana era cristiana en Japón (Kirishitan) es la completa falta de materiales musicales históricos, y la incertidumbre y vaguedad sobre qué materiales existen. Estas fueron las condiciones en las que publiqué un estudio titulado Yougaku toraikou: Kirishitan Ongaku no Eikou a zasetsu [Un estudio sobre la introducción de la música occidental en Japón: la gloria y el colapso de la música Kirishitan] (Consejo de Publicaciones – Iglesia Unida de Cristo en Japón, 2004), en la que examiné el Manuale ad Sacramenta y también los vínculos entre los himnos en latín y las plegarias de las Oratio que todavía se transmiten actualmente entre los descendientes de los antiguos cristianos clandestinos (Kakure Kirishitan) en la isla Ikitsuki, en la prefectura de Nagasaki.
Sin embargo, después de haber llevado a cabo una investigación más detallada, se hizo necesario a partir de entonces revisar muchas de las cuestiones que había abordado en mi estudio anterior, en especial los vínculos entre la obra Rokudan para koto y el Credo en latín.
Los vínculos entre la obra Rokudan para koto y el Credo en latín
El Credo es el tercer momento en el desarrollo de la misa en la Iglesia católica y constituye una declaración de fe por parte del creyente. El Credo se interpretó constantemente en Japón durante la era Kirishitan, hace unos cuatro siglos. Los textos doctrinales Orasho no hon-yaku [traducción de las Oratio] impresos en 1600 incluyen la siguiente declaración: «De las diversas oraciones, el Paaterunausuteru [Pater Noster, el Padre Nuestro], el Abemaria [Ave María], el Keredo [Credo] y el Madamento [los Diez Mandamientos] deben ser especialmente memorizados». Esto indica qué fue considerado esencial para los cristianos japoneses a la hora de memorizar y cantar el Credo.
El canto del Credo comienza con la frase inicial del cantor (Credo in unum Deum), luego tiene una estructura de dos partes en la actuación del coro (Patrem omnipotentem y Et resurrexit die tertia), y concluye con el Amen final.
Por otra parte, la obra Rokudan [que significa «seis secciones»] para koto es una de las obras más conocidas y populares de la música tradicional japonesa.
Combinando la estructura del Credo, como se indica anteriormente, con el Rokudan, la frase inicial declamada por el cantor (Credo in unum Deum) puede verse que corresponde a la frase inicial del Rokudan. La primera y la segunda mitad de las siguientes secciones -cantadas por el coro- corresponden al primer y segundo dan [sección o variación] del Rokudan. La siguiente repetición textual corresponde al tercer y cuarto dan, y la última repetición al quinto y sexto dan. La parte de la sección final del canto (desde Et expecto en adelante) ha sido omitida, y el Amen final corresponde a la coda del Rokudan (ver el diagrama).
En otras palabras, la repetición del Credo tres veces da por resultado la misma estructura que la del Rokudan y una correspondencia exacta entre las dos obras. Esto no se trata simplemente de una coincidencia en la estructura general de las obras. Cada una de las pausas del Credo se corresponde con las del Rokudan. Parece poco probable que esta alta correspondencia sea totalmente fortuita (ver ejemplo 1).
Hay otra cuestión interesante que debería tenerse en cuenta en relación a esta conexión. En el Rokudan, la sección correspondiente a las palabras en el texto del Credo en latín -que son particularmente importantes desde el punto de vista del cristianismo y la fe católica, como el Credo de apertura, el Jesum Christum, Descendit de caelis, Et resurrexit tertia die, Et in Spiritum y el Confiteor unum baptisma– está toda acentuada o incluye cambios semitonales; en otras palabras, se hace hincapié en la música. El compositor del Rokudan entendió claramente de esta manera el significado del texto en latín del Credo.
La colección actual de cantos gregorianos contiene seis melodías fechadas entre los siglos XI y XVII. A pesar de que estas melodías están basadas en diferentes modos, todas ellas emplean los mismos textos y las mismas longitudes de melodías y divisiones seccionales.
No hay certezas sobre cuál ha sido la melodía y el modo de entre los seis cantos del Credo en latín que pudo haber servido como base para una nueva obra para koto, pero personalmente creo que el principal candidato sería el Credo N° 1 en modo hipofrigio, que es considerado como la melodía más auténtica.
El nombre del compositor del Rokudan es algo que tampoco está claro, ni siquiera ahora. El compositor en cuestión pudo haber vivido antes de la persecución del cristianismo en la segunda mitad del siglo XVI, o bien hacia la mitad del siglo XVII, cuando la supresión del cristianismo había comenzado en serio. Pudo haber sido el compositor llamado Kenjun (¿1534? – ¿1623?) o posiblemente Yatsuhasi (1614-1685), o pudo haber sido cualquier otro compositor kengyo (el rango más alto de los músicos intérpretes en el gremio de los invidentes).
Independientemente de cuál fuera su nombre, parece probable que el Rokudan haya surgido como consecuencia de este maestro de koto ejecutando una paráfrasis parecida a una fantasía de la melodía del canto del Credo en latín y como un intento de crear un conjunto de variaciones al estilo de las diferencias españolas.
Si la música en cuestión fue música vocal y empleó un texto cristiano, lo más probable es que haya sido destruida durante la época de la represión del cristianismo. Componer una obra de tales características bien pudo haber sido una tarea potencialmente fatal para el autor. Sin embargo, dado que se trataba de una obra instrumental sin ningún texto cantado, logró escapar de la persecución que padecía el cristianismo y pudo encontrar su camino hasta la actualidad. La obra Rokudan para koto es uno de los grandes legados de la cultura japonesa y proporcionaría la prueba de un legado musical compartido entre Europa y Japón.
(Traducción al inglés de mi artículo del CD “El Rokudan y el Credo en canto gregoriano” [VZCG-743], publicado por la Fundación de Culturas Tradicionales Japonesas en 2011.)
Tatsuo Minagawa (nacido en Tokio, el 25 de abril de 1927), musicólogo japonés. Después de graduarse en Historia europea en la Universidad de Tokio en 1951, realizó un curso de posgrado en Estética entre 1951 y 1953. Luego estudió Musicología en Estados Unidos (1955-58) y Europa (1962-64). Desde entonces, casi de manera anual, ha visitado Europa para investigar fuentes musicales. Ha sido profesor de la Universidad Rikkyo en Tokio entre 1968 y 1993, así como conferencista en la Universidad de Tokio y en la Universidad de Keio. Su trabajo se centra en la historia musical medieval y renacentista (es director de un grupo coral fundado en 1952, que se especializa en la interpretación de música coral hasta el año 1600). Sus intereses de investigación incluyen la introducción de la música cristiana en Japón hacia finales del siglo XVI y su influencia. En 1978 fue galardonado con la Orden al Mérito de la República Italiana, en el grado de Caballero.
Traducción: Javier Perotti, Mendoza, Argentina
Revisado por Carmen Torrijos, Madrid, España
Edited by Joel Hageman, USA