¡Samoa!
Informe de gira, por Mark O’Leary (director) y
Charlotte O’Leary (cantante)
En la madrugada del 24 de septiembre de 2011, los integrantes del coro Young Voices of Melbourne llegamos a Apia, Samoa. Fuimos recibidos en el húmedo aeropuerto por los alegres acordes de una banda de guitarras. A nuestra salida, pese a ser altas horas de la noche, un entusiasta grupo de mujeres entregó guirnaldas hawaianas a cada uno de los coristas. ¡Sin duda, fue una bienvenida muy cálida!
Después de haber realizado siete giras internacionales en Asia, Sudáfrica, Norteamérica y Europa, habíamos decidido que era momento de explorar la riqueza musical de nuestros vecinos de las islas del Pacífico, y por ello escogimos Samoa como nuestro destino de gira para el 2011. No teníamos contacto alguno y sabíamos que esta gira no nos llevaría a grandes salas de concierto, pero teníamos la sospecha de que nos permitiría echar un vistazo a un mundo en el que el canto continúa siendo parte integral de la vida cotidiana. ¡Estábamos en lo cierto!
Al llegar a Samoa, nos dirigimos directamente hacia la zona de playa de Lalomanu. Pese a que los manuales de gira de los coristas advertían «no hacer ruido para evitar despertar a los otros huéspedes», nuestra llegada a las 3 de la mañana al Centro Turístico de la playa de Litia Sini provocó mucho regocijo y risas en la hermosa playa. Supimos que estábamos muy cerca del paraíso en el momento en que el sol se elevó por encima de los picos rocosos y nos cubrió con su luz dorada.
Nuestro primer encuentro con la cultura musical de Samoa llegó con el espectáculo semanal de Litia llamado Fiafia (feliz). La gran energía demostrada por la danza y las canciones de los lugareños nos cautivaron. En primer lugar, los varones (¡en prendas muy ligeras!) nos sorprendieron con su increíble fuerza tanto física como vocal al pisotear, gritar y estremecer el piso con su imponente muestra. Las mujeres resultaron ser el complemento perfecto, con sus movimientos elegantes y fluidos, y con armonías simples que realizaban con inmenso agrado. Cuando ambos elementos se combinaban, el sonido era fantástico y cumplía a la perfección con la intención del espectáculo: ser una celebración de la felicidad.
Pasamos la mayor parte de la gira entrando de lleno en la cultura de los pueblos samoanos. Esta experiencia musical fue reveladora para todos los coristas. En cada pueblo o escuela, cantamos temas seleccionados de nuestro repertorio y llevamos la música del mundo a las humildes salas de la isla. Este favor no tardó en ser correspondido y se nos pedía sentarnos (¡a menudo también nos entregaban un coco y una pajita!) para ver a la comunidad o a la escuela cantar para nosotros. Experimentamos la música en su forma más natural: sin micrófonos, pianos o diapasones que garanticen la precisión del tono; tan solo con voces, como éstas debían ser. El tiempo se controlaba al golpear una mochila y los niños cantaban canciones tradicionales en múltiples armonías. Este sonido tan sorprendentemente rico invitaba al baile entre los otros niños. Una vez más experimentábamos la felicidad contagiosa que emana de estas personas cuando comparten su cultura. Nuestro aplauso de aprecio fue recibido por un centenar de sonrisas despreocupadas que venían desde el piso polvoriento. Para estas personas, interpretar no significa una oportunidad de llamar la atención, sino de celebrar su rico patrimonio cultural en forma colectiva.
Fue interesante conocer los esfuerzos de los samoanos de mayor edad por preservar su cultura en un mundo que no cesa de modernizarse. En un pueblo en particular, nos recibieron muchos jóvenes que llevaban smartphones y estaban ansiosos por tener un recuerdo digital de ese momento. Muchos de nosotros teníamos cámaras, y un grupo de entusiastas niñas entraron al cuarto y como es normal nos las quitaron durante un rato solo con tal de probar lo último en tecnología digital. Es interesante que la interpretación conjunta de la noche reflejó de manera contundente cómo los jóvenes tienden a la modernidad: se representaron danzas samoanas con un fondo musical de canciones pop. La música parecía ser un puente entre generaciones: letras en inglés y lava-lavas (pareos) de hermosos diseños, compases rápidos y una fluida coreografía. La interpretación generó cierta intriga por sus aspectos contrastantes, pero también podría ser vista como un intento de integrar a los jóvenes en las tradiciones culturales. ¿Tendrá éxito esta forma de preservación, o será demasiado difícil para esta pequeña nación resistirse al atractivo de la modernidad? ¡Tendremos que regresar en diez años para averiguarlo!
Nos dimos cuenta del verdadero potencial de la naciente escena de música coral en Samoa al asistir al ensayo semanal del coro de adultos jóvenes conducido por June Ryan (nuestro magnífico contacto en la isla). Subimos al bus y nos dirigimos a los suburbios de Apia. Después de escuchar las dulces voces de un coro de iglesia, entramos en una iglesia grande. Nos quedamos sorprendidos al descubrir que habíamos asistido al ensayo equivocado: ¡el coro de June en realidad estaba en la puerta de al lado! La importancia en Samoa de la alabanza por medio del canto quedó demostrada con el hecho de tener dos hermosas iglesias vecinas con coros activos. Los coristas de June nos cautivaron, pues su cálida voz y la impresionante mezcla de voces tan fuertes indicaban que el canto está, sin duda, arraigado en la sociedad samoana. Fue evidente la musicalidad del grupo, lo que quedó resaltado en su sensibilidad para las frases y la intención musical de su repertorio sagrado. Pese a solo haber cantado juntos durante unos meses, sus sonidos rompían con cualquier prejuicio sobre la falta de experiencia.
El coro Young Voices of Melbourne desea expresar su sincero agradecimiento a June Ryan por colaborar en la organización de esta gira en Samoa, que no habría sido realizada sin ayuda local, y June nos brindó generosamente su tiempo y energías para ayudarnos. El éxito de la gira no habría sido posible sin su conocimiento experto y su entusiasmo. Al abandonar la seguridad de un público coral convencional, los Young Voices fuimos recibidos con una increíble hospitalidad en cada lugar al que fuimos, y descubrimos algo importante: la belleza natural de la música y la danza tradicionales. Esta gira fue ciertamente inspiradora y nos gustaría animar a otros coros a arriesgar un poco y vivir la experiencia de las islas del Pacífico. ¡No les decepcionará!
Mark O’Leary es uno de los directores de coros infantiles con mayor actividad; goza de un gran prestigio por su trabajo con el coro Young Voices of Melbourne, que fundó en 1990, y como director invitado principal de Gondwana Voices, el coro infantil nacional de Australia. Con el primero, Mark ha producido la grabación de 9 discos, ha realizado giras en todos los estados y territorios australianos y también siete giras internacionales a Europa, Sudáfrica, Norteamérica, Asia y Samoa. Mark tiene un interés especial en las técnicas instructivas Kodály, el desarrollo de la excelencia en coros infantiles y la música coral australiana. Anualmente presenta un importante número de talleres sobre educación en música coral en toda Australia. Mark publica música coral australiana para coros jóvenes en las Young Voices of Melbourne Choral Series y sus arreglos se interpretan en todo el mundo. Correo electrónico: yvm@optusnet.com.au
Traducido por: Franco Paredes Rivera, Perú
Revisado por: Carmen Torrijos, Madrid, España
Edited by Mirella Biagi, UK