Por Aurelio Porfiri, director coral y profesor
Traducido del inglés por Juan Carlos García Gil, España
Revisado por Carmen Torrijos, España
Cuando nos ocupamos de considerar lo que hace un director, podemos observar la forma en que él o ella mueve las manos y sus gestos, resultados de sus habilidades de dirección. De alguna manera, somos plenamente conscientes de que la música trata de emociones e intentamos observar de qué manera el director es capaz de canalizar hacia el público las emociones representadas por las notas interpretadas por los músicos. Definitivamente, no es frecuente pararse y reflexionar sobre este papel de “canalizar” emociones que los directores tienen que poder hacer para obtener el resultado deseado; damos por sentado esta labor y no pensamos en los posibles “efectos secundarios”. De hecho, ser un “director muy sensible” puede suponer un reto, y a veces ese sentimentalismo del director prevalece sobre su parte racional, poniendo en riesgo no solo el resultado de un concierto, sino su propia salud y la actuación en sí.
Quizás para algunos es extraño hablar de esto, pero en realidad estas “patologías” de directores (y actores, bailarines, etc.) existen y no podemos fingir que no. Cuando un director se encuentra frente a un coro o una orquesta, empiezan a cobrar vida en su cerebro y en su alma muchos sentimientos y emociones, inusuales en su vida diaria. Nuestro subconsciente, esa parte misteriosa de nosotros mismos, empieza a llenarse de sensaciones que apenas podemos controlar. Esto fue bien recogido por un psiquiatra italiano en un libro reciente: “El subconsciente no es solo una de las interpretaciones freudianas, que incluye una segunda realidad que se nutre de las necesidades de las especies (sexualidad y agresividad), sino también un abismo, que es nuestro ser interior, cuya base nunca podremos alcanzar. Como dijo Heráclito, y a continuación no solo Schelling si no también Augustine y Pascal, han perdido espacios intermitentes de luz.” (Borgna 2015, 57). Esto ya estaba reflejado en un libro popular de Ernst Junger, donde describe al ser humano como un árbol: floreciente y ostentoso en la copa y en manos de brutales fuerzas en la base (Junger 2014). Siempre me he preguntado sobre las “fuerzas brutales” en el trabajo de un director cuando está inmerso en la música que está representando. Para algunos directores (probablemente la mayoría) es posible controlar estas fuertes emociones pero para otros no. Normalmente este fenómeno de mareo seguido de estrés emocional puede representarse de diversas formas: la más común es el dolor de estómago (un problema que, de hecho, en la mayoría de casos se relaciona con SCI, síndrome de colon irritable, uno de los problemas más comunes en gente sensible). Desde luego, no es agradable experimentar esta sensación durante una actuación, pero debemos decir que el SCI es muy común y, por supuesto, no solo se relaciona con los problemas de los artistas si no también con una vida estresante, algo usual en muchas personas. Un buen médico puede aportar sugerencias en una terapia que ayudará a aliviar estos síntomas.
Otro problema relacionado con las emociones se materializa en forma de ataque de pánico. Esto es un poco delicado y también difícil de manejar. Un amigo, director muy conocido (que por supuesto permanecerá aquí en anonimato para preservar su privacidad) me ha contado lo que sucede cuando tienes un ataque de pánico mientras diriges: “De repente, empiezas a sentir una sensación de ansiedad, tu corazón comienza a latir más rápido y tus piernas no están fuertes y firmes. Tu cuerpo te envía sensaciones de que vas a desmayarte en breve y que si no hay algo a lo que puedas agarrarte para combatir este miedo en el que te estás sumiendo, necesitas seguir moviendo tus manos y dirigir pero, en realidad, tu mente está ocupada pensando cómo parar todo este caos en tu cerebro. A veces, estos síntomas pueden durar solo unos minutos y entonces puedes volver a concentrarte en la actuación y no en ti mismo”. Sí, suena terrible pero no es raro: los ataques de pánico son, de hecho, muy comunes y hoy en día hay muchas maneras de tratarlos y enfrentar el problema que nos supone en la vida, incluyendo la vida profesional. Algunos libros también relatan experiencias de gente con estos problemas (no todos los libros son buenos pero un gran número de ellos sobre este problema específico ayuda a ver que, en realidad, el problema no es tan poco común).
En realidad hay una buena noticia aquí, aparte del hecho de que hay terapias para tratar con este problema: mucha gente famosa tiene que tratar con ataques de pánico y siguen siendo famosos, y tienen mucho éxito en su vida profesional. Si investigas sobre esto, verás nombres de artistas inmensamente conocidos, actores y actrices, figuras públicas que han luchado con este problema y aún mantienen su nivel de popularidad realmente alto. Obviamente, los músicos (y directores) son un blanco seguro de estos problemas (SCI, ataques de pánico, etc.) ya que sentimos una responsabilidad y también porque la música es emocional en estado puro, un lenguaje emocional. No hay un camino fácil para evitar estos problemas, tan solo aceptar que existen y preguntar a gente más experimentada cómo tratar con ellos. El primer efecto es, por supuesto, la desmotivación y que uno puede sentirse incapaz de continuar su carrera profesional, pero esto no es cierto. Además, ser conscientes de este fenómeno puede ayudarnos a aconsejar a los solistas de nuestro grupo instrumental, porque muy a menudo tienen problemas similares, incluso aunque a veces estos problemas sean solo puntuales.
No deberíamos sorprendernos de todas estas cosas: tal y como comentamos anteriormente en el pasaje del libro de Eugenio Borgna, nuestro interior es un abismo y solo podremos entenderlo hasta cierto punto. Cuando sentimos que no tenemos el control es el momento de tomar parte y atajar con el problema sin desmotivarse demasiado. Mucha gente con estos problemas ha intentado soluciones, y muchos han ganado la batalla. Además, estas situaciones pueden ayudarnos a comprender mejor cómo somos, nuestras limitaciones y debilidades, ayudarnos a vernos a nosotros mismos desde otro prisma, quizás eliminando la imagen de una persona completamente segura, pero una perspectiva que cambiará y reflejará una verdad más fiable y cierta.
FUENTES
- Borgna E. (2015). Il Tempo e la Vita. Milano: Giangiacomo Feltrinelli Editore.
- Junger J. (2014). La Battaglia come Esperienza Interiore. Prato: Piano B Edizioni.
Aurelio Porfiri es Director de Actividades Corales y Compositor residente para la Escuela Santa Rosa de Lima (Macao, China), Director de Actividades musicales para las chicas de la Escuela Nuestra Señora de Fátima (Macao, China), Director invitado para el Conservatorio de Educación Musical del Departamento de Shanghái (China) y Director Artístico de Editores Porfiri & Horváth (Alemania). Sus composiciones han sido publicadas en Italia, Alemania y Estados Unidos. Ha contribuido con más de 200 artículos en numerosos temas de publicaciones relativas a la música coral y sacra. Es autor de cinco libros. Email: aurelioporfiri@hotmail.com