Construir puentes culturales gracias a la música
El viaje a Cuba de un coro de Montana
Kirk Aamot, Profesor asociado de Música de la Montana State University
El deseo humano de conectar con otros es universal, profundo y duradero. Desgraciadamente, las barreras que nos separan son ubicuas, hondas y persistentes. La música tiene el poder de trascender diferencias culturales profundas, y de ayudar a crear una comunidad con personas de orígenes diferentes. Un amor y aprecio común por la música puede constituir un terreno fértil para formar amistades profundas y duradera.
En una colaboración coral reciente, catorce estudiantes universitarios de Bozeman (Montana) y doce cantantes de La Habana (Cuba) estrecharon lazos de bonita amistad gracias a su amor por la música coral. Sin embargo, en el primer ensayo, ya se pudo ver que las distintas perspectivas a la hora de hacer música se convertirían en uno de los obstáculos que iban a crear separación y a mantenernos aparte.
La música puede trascender diferencias culturales y puede ayudarnos a crear una comunidad; pero nuestra visión inicial a la hora de hacer música fue uno de los obstáculos que crearon separación entre nosotros.
Miembros de MSU Montanas de camino a su concierto en la Habana. Foto: Hailey Maurer Photography
En noviembre de 2018, nuestro coro tuvo el honor de recibir una invitación de manos de Juan García Rodriguez, Arzobispo de La Habana, para realizar un concierto de Navidad en la Catedral de la Habana, como parte de una visita de ocho días a Cuba. Royce Smith, Decano de la Facultad de Artes y Arquitectura de la Montana State University, nos ayudó a que esta visita se convirtiese en una realidad. Poder cantar en la catedral es un gran honor. Para éste y otros tres conciertos en La Habana, nuestro coro unió fuerzas con Artes de Cortes, el coro eclesiástico de Nuestra Señora del Carmen, dirigido por Sylvia Ponce. Tanto Sylvia como yo estábamos de acuerdo en la música que nuestros coros cantarían juntos al final de cada concierto. No obstante, una vez reunidos en los ensayos en La Habana, descubrimos que tendríamos que aunar fuerzas en los ensayos, para unirnos como un único conjunto.
Nuestros cantantes tenían muy distintos puntos de vista a la hora de ensayar: para los estudiantes de Montana, la música es su disciplina principal. Su prioridad es reproducir la música tal y como está escrita. Aman el canto y siempre interpretan con una expresión sincera; pero su objetivo principal es la precisión musical. Asimismo, la mayoría de sus interpretaciones se encuentra fuera de contexto. Los alumnos estudian música de distintas culturas y épocas, y la re-crean en un contexto de concierto moderno. Y además, su evaluación de su propia interpretación es mucho más objetiva que subjetiva. Esto no significa que no sientan pasión por la música que interpretan, simplemente han aprendido a juzgar sus interpretaciones de acuerdo a su precisión y al estilo. Si no cumplen con estos dos requisitos, no están satisfechos con su interpretación.
Por otra parte, pudimos ver que, para los cantantes cubanos, la música es, sobre todo, un medio de estar en comunidad unos con otros, y con las personas que los escuchan cantar. Estos cantantes aman estar juntos y cantar juntos. Aman compartir su música con su público. A menudo, el coro cubano aprende sus canciones escuchándose entre sí y compartiendo distintas ideas. Se cantan distintas partes unos a otros. Sylvia siempre tenía copias de las partituras a mano, pero muchos de sus cantantes aprendían escuchando y repitiendo. A menudo adaptaban la música a medida que la ensayaban y ya sea en ensayos o en conciertos, los cantantes formaban comunidad en torno a la música. A medida que la aprendían se creaba un fuerte sentimiento de unidad, pues todos tenían un objetivo común. A diferencia de los estudiantes universitarios, el coro cubano siempre interpretaba su música en contexto. Aprendían esta música para compartirla durante los servicios eclesiásticos, y sentían que habían tenido éxito cuando compartían distintas visiones en un proceso de aprendizaje común y así creaban una obra maravillosa que conseguía inspirar a toda la congregación.
En nuestras reuniones de planificación, Sylvia y yo pudimos ver lo diferentes que los ensayos eran para nuestros coros; no obstante, no llegamos a ser conscientes de lo arraigadas que estas diferencias se encontraban entre ambos grupos, ni cuánto tardaría cada grupo en superar esta barrera para así poder cantar juntos. Tampoco me di cuenta de cuánta era la dependencia de mis estudiantes hacia “lo que es correcto” para así estar seguros y auto reafirmarse, además de lo incómodo que sería para ellos cambiar esa perspectiva. Sylvia tampoco fue completamente consciente de lo importante que era para sus cantantes aprender la música por ellos mismos, sin depender necesariamente de las partituras.
“La música no está en ese papel que estáis mirando”. Estas palabras de Sylvia sentaron las bases de una relación basada en el entendimiento entre los dos grupos corales.
Los distintos puntos de vista a la hora de ponerse manos a la obra fueron evidentes desde el primer momento en el que los cantantes se reunieron. Llegamos a la iglesia bastante temprano para tener algo de tiempo y ensayar por nuestra cuenta antes de la llegada del coro cubano. Comenzamos a trabajar en la pieza que cantaríamos con el coro de Sylvia: cada estudiante tenía un lápiz y la copia de la partitura en la mano, tomando notas a medida que trabajábamos. Cuando llegaron los integrantes de Artes de Cortes y comenzó el ensayo grupal, los estudiantes de Montana tuvieron dificultades para seguir a sus colegas cubanos. No todos los miembros del coro de Cuba utilizaban partitura, y además, dentro de las distintas secciones del coro cubano había discrepancias entre los cantantes sobre cómo debía sonar la música. En algunos puntos cadenciales, cantantes de una misma sección iban a notas distintas del acorde final. Algunos cantantes añadían pequeñas apoyaturas a la melodía, mientras que otros no lo hacían. A veces uno de los bajos cantaba la melodía una octava por debajo de las sopranos. Estas diferencias eran ya parte asumida de su forma de hacer música, pero para los estudiantes de Montana era difícil de entender que sus colegas cubanos las aceptasen y no intentasen adherirse por completo a la partitura. Para Sylvia y su coro era mucho más importante crear esa comunidad e incentivar el culto mediante la música que la línea uniforme en su música. Cuando Sylvia pudo ver lo importante que era para sus cantantes sentir esa conexión con sus invitados y que las partituras de mis estudiantes eran un bache en su camino, realizó un comentario que llevó a que todos nos aunásemos como un solo grupo. Pidió que todo el mundo prestase atención y, mediante un intérprete, dijo a los estudiantes de Montana lo siguiente: “la música no está en ese papel que estáis mirando con tanta atención”. Estas palabras sentaron las bases de un puente de entendimiento entre los dos grupos corales.
Hasta ese momento mis estudiantes trataban de reconciliar la música escrita con lo que cantaban los coristas cubanos. Éstos podían ver la confusión en sus nuevos amigos y parecía que se preguntaban por qué los estudiantes continuaban mirando la partitura, en lugar de observarlos a ellos. Los miembros de Artes de Cortes querían enseñar a los estudiantes cómo interpretaban la música, sin importar si coincidía con la partitura. Para llegar a un entendimiento mutuo en los ensayos, los estudiantes tuvieron que dejar las partituras de lado y cooperar con los cantantes cubanos. Una vez que comenzaron a hacer eso, la primera parte del puente estuvo tendida.
Hubo una mejora natural e importante cuando, uno por uno, los estudiantes fueron dejando de centrarse en el canto correcto de lo que estaba anotado en la partitura, para fijar su atención en cantar juntos con sus amigos cubanos.
Poco a poco, los estudiantes dejaban de pensar en la música para centrarse en los integrantes del coro cubano. Uno a uno fueron dejando de lado las partituras para aunar sus voces con los cantantes de Cuba. Los escucharon, repitieron frases, sonrieron, rieron y comenzaron a construir una comunidad de canto. Los miembros del coro cubano tendieron sus manos y tocaron a los estudiantes mientras cantaban las partes para ellos, haciendo énfasis en aquellos giros que eran diferentes a lo que se indicaba en la partitura. La voluntad de los estudiantes por aprender animó en gran manera a los cantantes cubanos. Una vez que ya tenían su atención y las partituras se habían dejado completamente de lado, ambos grupos comenzaron a hacer música juntos. Pronto los estudiantes habían aprendido sus partes, para delicia del coro cubano, y los sonidos de sus voces incrementaban más su entusiasmo y pasión. Sylvia y yo disfrutamos enormemente la maravillosa armonía que se había creado.
Hacia el final de nuestra estancia pudimos ver que los estudiantes y los miembros de Artes de Cortes habían hecho mucho más que unirse como ensamble: habían conseguido formar verdaderos lazos de amistad. Nuestras distintas prioridades a la hora de ensayar habían constituido barreras en un primer momento, pero al final, el canto conjunto había demostrado ser un medio para construir una comunidad. Para resolver esas diferencias en nuestra metodología de ensayo se necesitaba oirnos unos a otros, respetar las diferencias y hacer, de la cooperación, el objetivo más importante. Si cada grupo hubiese insistido en que su visión era la correcta, y no hubiese realizado concesión alguna, habríamos permanecido como grupos separados.
“Los artistas son los embajadores de nuestra cultura” – Digna Guerra.
Los artistas tienen un papel fundamental a la hora de promover el entendimiento cultural. Para los estudiantes de Montana y los miembros de Artes de Cortes, el amor común por el canto fue lo suficientemente fuerte como superar las diferencias culturales y reconciliar ambos puntos de vista del arte coral, para así crear una amistad duradera. Cuando los estudiantes universitarios vieron a sus amigos cubanos por primera vez, había muchas diferencias significativas entre ambos grupos de cantantes. Los estudiantes eran de una generación más jóvenes que los voluntarios de la iglesia. Viven en Montana, un estado que mide el triple de Cuba, con tan solo una décima parte de los habitantes de la isla. Ninguno de los miembros de nuestro grupo había estado antes en Cuba y ninguno de los componentes del coro cubano había salido de la isla. No obstante, y a pesar de estos obstáculos, el lazo que se creó entre estos grupos gracias a la música coral durará toda la vida. Nuestro arte nos proporciona una conexión instantánea que permite compartir nuestras experiencias de forma abierta y honesta, pero las diferencias en la expresión artística pueden convertirse en un bache en el camino. En nuestro primer ensayo, tras decidir cómo llegaríamos a un entendimiento común para preparar las piezas musicales, todos y cada uno de los cantantes se unieron, con el claro objetivo de la expresión artística. Nuestro amor por la música y su propia belleza nos llevaron a trabajar juntos y a aprender más los unos de los otros. Descubrimos así que nuestro amor por la música era mucho más fuerte que las diferencias que en un primer momento nos separaban.
“Beautiful Concord”: cantores de la universidad Montana State University y miembros de Artes e Cortes. Foto: Hailey Maurer Photography
Kirk Aamot es profesor asociado de música en la Montana State University en Bozeman (Montana). Dirige también la University Chorale y los Montanans, al mismo tiempo que enseña metodología y dirección corales. Sus ediciones de música coral han sido publicadas por Hal Leonard, Kjos Music, Santa Barbara y Alliance Music Press, y sus reseñas de interpretaciones corales y metodología de la filosofía han aparecido en publicaciones a nivel regional, nacional e internacional de la American Choral Directors Association. Entre sus mentores en dirección coral y enseñanza se encuentran Anton Armstrong, Kathy Romey, Lawrence Kaptein y Joan Catoni Conlon. El Dr. Aamot forma parte de la junta ejecutiva del National Collegiate Choral Organization, y también es miembro de la International Federation of Choral Musicians, la National Association for Music Education y la American Choral Directors Association. Correo electrónico: kaamot@montana.edu
Traducido del inglés por María Ruiz Conejo, España
Revisado por Juan Casabellas, Argentina