Reseñado por Tobin Sparfeld, DMA, profesor y director coral
Aunque se publicó en 2020, Stanford and Howells Remembered es una magnífica reedición de una serie de grabaciones remasterizadas que se realizaron en el año 1992. Asimismo, la edición de dos discos incluye una serie de grabaciones exclusivas de ese período que no han visto la luz hasta ahora.
John Rutter fundó en 1981 los Cambridge Singers y en la actualidad ejerce como director de la agrupación musical. Rutter también es un compositor reputado y editor musical. El principal objetivo de los Cambridge Singers es la publicación de grabaciones profesionales de alta calidad, lo que les ha llevado a publicar más de cuarenta álbumes durante su distinguida carrera. En este nuevo álbum participan 29 vocalistas.
Hay muchas razones que llevan a que esta grabación se centre en estos dos compositores en concreto como si fuesen una agrupación. Charles Villiers Stanford nació en Dublín, aunque dejó Irlanda en 1870. Tras estudiar música en la Universidad de Cambridge, Stanford se convirtió en uno de los profesores fundadores del Royal College of Music en el año 1882. Durante su período en esta institución dio clase de composición a Herbert Howells y ambos se convirtieron en distinguidos profesores. Entre los estudiantes de Stanford se encuentran Vaughan Williams, Holst, Samuel Coleridge-Taylor, Bridge, Bliss y Gurney, mientras que Howells fue profesor de Robert Simpson, Gordon Jacob, James Bernard, Paul Spicer, Madeleine Dring e Imogen Holst. Stanford habló de Howells como su “hijo musical” y Howells siempre llevó hasta su muerte en 1983 el anillo sello que Stanford le legó. Ambos fueron compositores muy prolíficos en muchos géneros, pero hoy en día se reconoce principalmente su contribución al arte coral sacro.
El álbum se grabó en la Catedral de Ely y en su capilla en febrero de 1992, bajo la batuta de John Rutter. El primer disco incluye composiciones de Stanford y comienza su andadura con un Magnificat y Nunc dimittisde 1904. El Magnificat es una pieza magnífica que presenta un solo angelical de mano de la soprano Caroline Ashton y un acompañamiento de arpegios de órgano en su registro más alto. Tras esta obra, Nunc dimittishace su entrada, un movimiento más reservado y declamatorio con un solo de barítono. Esta es una de las tres selecciones de este álbum que no se habían publicado con anterioridad.
La siguiente obra en el disco es When Mary thro’ the garden went, una partsong sin acompañamiento con texto de Mary Coleridge. Este simple relato homofónico sobre María en una tranquila mañana de Pascua presenta cambios sutiles durante gracias a su estructura en estrofas, por lo que deja sus pasajes armónicos más complejos para el verso que cierra la pieza. La siguiente en la lista es I heard a voice from heaven, un himno simple, pero solemne que representa una extensión de una pieza que Stanford compuso tiempo atrás para el funeral de un amigo.
El Latin Magnificat de Stanford es la obra más extensa y con mayor significado de las grabaciones exclusivas de este álbum. Se compuso en 1918 y está dedicada a Hubert Parry, que falleció ese año. Esta pieza recuerda al Singet dem Herrn de Bach, gracias a los melismas iniciales sobre dieciséis notas, el formato coral doble, la textura polifónica y un rico trasfondo armónico. Hay cambios de sección llenos de significado a medida que el texto progresa: cabe destacar especialmente el texto “Quia fecit”, que presenta regias y austeras expresiones a tres tiempos y por su “fecit potentiam”, además de los saludos llenos de esperanza durante el “et exaltavit” y el vibrante “Gloria Patria” que sigue el estilo de la abertura que concluye este glorioso movimiento.
A continuación, se presenta la forma más primigenia del Magnificat y el Nunc Dimittis, de Stanford, que data de 1879 y está escrito en Si bemol. El Magnificat tiene una estructura casi sinfónica y alterna texturas que van del unísono a armonías a cuatro partes muy intrínsecas. Por otra parte, el Nunc dimittis es mucho más simple y se compone casi exclusivamente de voces tenores y bajos.
La primera composición del segundo disco es el Requiem de Herbert Howells, que esta obra tan conocida por su coro doble a capela en 1932, aunque no vio la luz hasta 1980. Howells utilizó gran parte de la música del Requiem se utilizó en otra obra, el Hymnus Paradisi, que compuso tras la muerte de su hijo por meningitis espinal en 1935. Dos de los textos que se usan en la obra son de la propia misa de réquiem en latín, mientras que el resto proceden del sepelio del Libro de Oración Común de 1928. En esta obra podemos escuchar la partida y, al mismo tiempo, la dependencia que se manifiesta con compositores ingleses anteriores como Stanford. No obstante, en la forma de escribir de Howells se puede apreciar una mayor insistencia hacia las líneas melódicas más elevadas, algunas de las cuales se aferran las unas a las otras para crear una disonancia más extendida.
A esta pieza la siguen obras bien conocidas, entre las que se encuentran el Magnificat y el Nunc Dimittis de la Misa de Gloucester de Howells de 1946. El biógrafo Christopher Palmer hace referencia a esta obra como una de las tres que sobresalen por encima de las demás. La doxología de cada una de ellas se construye de la misma forma y nos lleva hacia un clímax para concluir pacíficamente.
La composición más turbulenta del álbum es The Fear of the Lord. En las notas (quizás escritas por el propio Rutter) se describe esta pieza como “sumamente cargada”. Howells la compuso cuando tenía ya 83 años y se la dedicó a John Rutter and the y al coro del Clare College de Cambridge en 1976. La parte de órgano, muy activa, los ritmos complicados y las armonías acérbicas contrastan con el siguiente himno, Like as the hart desireth the waterbrooks. Aunque hay una serie de cuestiones de entonación en este álbum en concreto, las suntuosas armonías impresionistas de órgano han conseguido que este himno sea todo un favorito.
La pieza que cierra el disco es el himno All My Hope de Howells. Es el más conocido de sus siete himnos y la melodía se denomina Michael, en recuerdo al hijo del compositor. El último verso incluye un contrapunto que añadió Rutter y que, de acuerdo con las notas, tiene la aprobación del compositor.
Como cabe esperar de los Cambridge Singers, el canto en esta grabación es magnífico. Los solistas son excelentes y el coro canta de forma muy expresiva tanto en las secciones más delicadas como en las más pomposas. La entonación y la combinación de las voces son fantásticas y las imperfecciones no hacen más que una muy breve aparición. El organista Wayne Marshall demuestra una gran habilidad al tocar y esto es un punto a favor para la grabación, aunque hay pasajes en los que el órgano eclipsa momentáneamente al coro. Debería mencionarse que el tempo de la mayoría de estas obras termina siendo bastante más rápidos con Rutter a la batuta. Otras grabaciones del Requiem y Like as the hart de Howells son bastante más extensas que las que podemos encontrar en este álbum. A pesar de la homogeneidad de las secciones, hay una gran variedad en la dificultad en el conjunto del disco, con himnos más simples a la par de piezas mucho más complejas. La programación del álbum también presenta un contraste más que decente entre el tempo y la estructura harmónica. Por lo tanto, este disco está más que recomendado para cualquier persona que quiera conocer más sobre la música eclesiástica inglesa.
Quizás una de las cosas más atractivas de esta obra es la conexión de los intérpretes que en ella participan: de Charles Stanford a Herbert Howells, su discípulo, pasando por un joven John Rutter que comenzó a colaborar con Howells y posteriormente de Rutter a su organista y sus cantantes. Esta unión sirve para ilustrar un magnífico tapiz de música coral que va tejiéndose y sigue evolucionando a medida que pasa el tiempo, un magnífico acontecimiento del que los lectores de esta publicación también pueden ser partícipes, así como todos los artistas corales de futuras generaciones que encontremos en el camino.
Traducido del inglés por María Ruiz, España