Publicado por Crown, ISBN 9781101906750
Reseña de Gillian Forlivesi Heywood, Italia/Reino Unido, traductora, editora y antigua coordinadora de la edición en inglés del BCI
The Chilbury Ladies’ Choir, muy acorde con su título, es una obra coral, en el sentido de que la historia es narrada por diferentes voces, hebras individuales que se unen para formar un panorama completo. La historia se desarrolla a través de diarios, cartas, telegramas, reportajes de prensa y anuncios pegados en la cartelera de la casa comunitaria del pueblo.
El pueblo de Chilbury, ubicado cerca del sur de la costa inglesa, es un lugar ficticio; pero el marco histórico y geográfico es real. El libro comienza en marzo de 1940, poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en una época en que la guerra era algo lejano para Inglaterra y los británicos se referían a ella como “la guerra de mentira”, ya que nada parecía estar ocurriendo. Sin embargo, esta situación cambió dramáticamente cuando Francia fue invadida por los alemanes y los soldados aliados fueron evacuados de Dunquerque, denominada por los británicos como “Dunkirk”. A partir de ese momento, la historia se vuelve mucho más sombría.
Pero regresemos al principio. El libro comienza con un anuncio pegado en la cartelera de la casa comunitaria del pueblo, en el que el vicario informa a los habitantes que, dado que los hombres han partido a la guerra, el coro se disolvería. La señora Brampton-Boyd (a quien los demás se refieren llamándola simplemente “Sra. B.”, para disgusto de ella), como siempre directa, dice: “Solo porque los hombres fueron a la guerra, ¿por qué tenemos que disolver el coro? ¡Y precisamente cuando más lo necesitamos!”.
Esta observación establece las pautas de la novela: la primera semilla de la revuelta de parte de las mujeres del pueblo y la importancia del coro y de la música, especialmente en tiempos de angustia y dificultades.
La novela tiene gran variedad de personajes. La autoritaria señora B., la sutilmente melancólica señora Tilling, las hermanas Winthrop, Venetia y Kitty. Venetia tiene dieciocho años de edad, es rubia y hermosa; Kitty tiene trece y desea convertirse en una cantante profesional cuando sea mayor. Silvie, que vive con la familia Winthrop, es una refugiada judía de diez años de edad proveniente de Checoslovaquia y guarda un terrible secreto, que será revelado hacia el final de la novela. Hay otros personajes como Angela Quail, hija del vicario y mejor amiga de Venetia, a quien conocemos por medio de las cartas de Venetia y los comentarios ocasionales de otras personas; según Kitty, Angela es una coqueta desvergonzada e inmoral. También conocemos al brigadier Winthrop, un personaje extremadamente desagradable, tosco y bravucón, padre de Venetia y Kitty; a la partera, la señorita Edwina Paltry, una mujer totalmente inescrupulosa que necesita dinero y está dispuesta a hacer cualquier cosa para obtenerlo. Ella y el brigadier Winthrop forjan un plan para darle a éste lo que más desea: un hijo para remplazar al que acaba de morir y para asegurar su mansión en Chilbury y su patrimonio, que solo pueden ser heredados por la línea paterna de la familia.
Un personaje clave en la novela es la señorita Primrose Trent, mejor conocida como “Prim”, una maestra de música de Londres que se mudó a Chilbury para dar clases en una universidad cercana. Cuando se entera por Kitty de que el coro se disolvió, hace eco de los sentimientos de la señora B. diciendo: “Bueno, ¡no está bien disolver el coro! ¡Sobre todo en tiempos como estos!”. Vemos una vez más la importancia del coro y la música durante tiempos difíciles.
La historia se va desenvolviendo en medio del drama, la tragedia, los misterios e incluso el romance. Gradualmente, las damas del pueblo empiezan a reivindicarse, dándose cuenta de sus capacidades y de su importancia, y a cuestionar la razón por la que siempre han permitido que sus vidas fueran dictadas por los hombres de su entorno, en lugar de ejercer su propia voluntad. “Prim” reúne al coro, ahora denominado The Chilbury Ladies’ Choir, congregando en un mismo lugar mujeres de diferentes edades y clases sociales: la dama de la mansión, la comerciante del pueblo, una enfermera, una partera, una secretaria, dos colegialas y la maestra del pueblo: el coro es un gran elemento igualador. Entre todas redescubren la alegría de cantar juntas, “descargando nuestros anhelos, preocupaciones, y nuestros mayores miedos”.
Una de las aldeanas, la señora Poultice, ve hacerse realidad su mayor miedo cuando matan a su hijo en Francia. En shock y desconsolada, ella se queda muda y no le habla a nadie, pero las mujeres del coro la convencen de unirse a ellas, con la esperanza de que encontrará algún consuelo en la música. Prim presenta al coro el canto gregoriano “para llorar a los muertos” y cantan juntas, sentadas en un círculo y agarradas de las manos. La señora Tilling escribe en su diario cómo “…cantar nos une. Ahí estábamos, inmersas en nuestros pequeños mundos, con nuestros propios problemas y repentinamente parecen disolverse, y nos damos cuenta de que estamos superándolos, dándonos apoyo entre sí. Eso es lo que cuenta”.
Silvie, la niña refugiada, recuerda el shiva, el ritual judío de duelo, cuando su abuelo murió, y el canto de duelo Kaddish. Se lo canta a Kitty, quien lo transcribe; Silvie cree que quizás podría cantárselo a la pobre señora Poultice. La autora nos recuerda el inmenso poder de la música, un lenguaje universal que puede superar cualquier diferencia cultural, religiosa o de nacionalidad abordando nuestra humanidad común. En otro extracto de su diario, Kitty describe el canto del “Lacrimosa” del Réquiem de Mozart como un ahogarse en “un inmenso océano de pena” hasta resurgir al final, como sobrevivientes, más fuertes que antes.
Jennifer Ryan revive de forma realista el verdadero temor hacia la invasión que sentía la gente que vivía cerca de la costa del sur de Inglaterra en esa época. Nosotros, los lectores, setenta y cinco años después, sabemos que esto nunca ocurrió; Inglaterra no fue invadida. Pero en aquel entonces, era una amenaza real y Ryan nos hace sentir la angustia de las mujeres del pueblo. La señora Tilling escribe en su diario, “[Temo] que… perderemos nuestro país, nuestra cultura, nuestra libertad, nuestro ser… y no quedará nada. Seremos esqueletos vacíos…”. Al mismo tiempo, la autora contrarresta este temor con humor cuando las damas se reúnen para discutir cómo repelerían una invasión, en caso de que llegara a ocurrir. Las armas improvisadas incluían una lámpara de mesa, un atizador ¡y un soporte de pastel de tres niveles! La señora Tilling tiene un viejo rifle de aire comprimido que pertenecía a su difunto marido (aunque no tiene idea de cómo usarlo) y la señora Quail, la esposa del vicario, afirma que es experta en el uso del cuchillo de cocina. Sin lugar a dudas, a las mujeres no les falta coraje.
La tragedia golpea el pueblo cuando cae una bomba desde un aeroplano que iba de paso, causando muerte y destrucción. En el funeral, como no había hombres que cargaran el ataúd, las mujeres del coro, en una escena asombrosamente dramática y conmovedora, cargan ellas mismas el ataúd de una de sus estimadas integrantes, cantando Abide With Me a medida que caminaban por el pasillo de la iglesia desde la entrada hasta el altar, sus voces se asemejaban a “una paloma blanca que se elevaba en el eterno tumulto de la guerra”.
Dos cosas diferencian esta novela de libros similares. Primero, su autenticidad: es vívida e inmediata, lo cual no es de sorprender cuando nos damos cuenta de que está basada en los recuerdos de la vida real de la abuela de Ryan, y en sus experiencias durante la guerra. Segundo, el coro mismo, que se entreteje en la narrativa como un hilo plateado en una alfombra: es el lugar para encontrar refugio y compañía, el lugar para que las mujeres encuentren la fortaleza para seguir adelante a pesar de las tragedias y dificultades; el lugar donde se reúnen para compartir sus alegrías y penas, sus esperanzas y temores, y para expresar sus sentimientos a través de la música. Un grupo variopinto de mujeres unidas en corazón y mente como solo la música puede lograr, animadas por su poder.
Prim resume el verdadero significado de la música:
“La música nos aleja de nosotras mismas, de nuestras preocupaciones y tragedias, nos ayuda a ver un mundo diferente, un panorama más grande. Todas esas cadencias y hermosos cambios armónicos, cada uno de ellos nos hace sentir un esplendor diferente de la vida”.
Jennifer Ryan creció en el condado de Kent, al sureste de Inglaterra; vive actualmente en Washington D.C., Estados Unidos, con su esposo y dos hijos. Ha dedicado el libro a su abuela y a “las mujeres del frente civil”, quienes fueron su fuente de inspiración.
GILLIAN FORLIVESI HEYWOOD nació en Inglaterra. Recibió un diploma de honor en Estudios Italianos de la Universidad de Reading. Ha vivido en Italia por muchos a.os, en Rímini en la Riviera Adriática. Gillian está casada y tiene un hijo y una hija, nietos mellizos y !dos gatos muy malcriados! Siempre ha trabajado como traductora a la vez que enseña inglés sobre todo a profesionales. En un momento llegó a tener su propia escuela de idiomas. Aún disfruta traducir y trabaja principalmente en los campos de historia (especialmente historia local) y arte, siendo comisionada con frecuencia para traducir información para exhibiciones de arte. En su tiempo libre disfruta cantar en un coro aficionado (un hobby que comparte con su esposo), ir al teatro y a conciertos, leer y coser, y hacer largas caminatas en el campo o junto al mar. También es miembro activo y ex vicepresidente en la Universidad local para la Tercera Edad. Gillian disfruta viajar y ¡siempre est! dispuesta a tomar un bolso y salir a la aventura! Correo electrónico: new.linguist@yahoo.it
Traducido del inglés por Diana Ho, Venezuela
Revisado por Juan Casabellas, Argentina