Por Tobin Sparfel, director coral y profesor
En Lansing, Kansas, dentro de un cuarto insulso que funciona como la capilla del lugar, un puñado de hombres está sentado en los bancos de la iglesia con partituras en las manos. Parado frente a ellos se encuentra un hombre de mediana edad con perilla dando instrucciones de calentamiento para el tono. Lo acompaña un teclado electrónico. El coro ha dado comienzo a su ensayo. Si bien muchos ensayos corales en el mundo comienzan de manera similar, este tiene una marcada diferencia. La instalación es una prisión, la Institución Correccional de Lansing, y los cantantes son reclusos.
De esta manera inicia Dirigiendo Esperanza, un documental que retrata a los East Hills Singers, coro fundado en 1995 por Elvera Voth, una directora coral que se radicó en Kansas después de haber vivido en Alaska. Voth también ayudó a formar la organización sin fines de lucro de la ciudad de Kansas Arte en Prisión, con el objetivo de promover “la responsabilidad, el compromiso y el liderazgo”. A los East Hills Singers ahora los dirige Kirk Carson, un excantor de ópera quien también trabaja como contratista para la defensa informática. Crason ha dirigido al coro por más de cuatro años y ha sido profundamente transformado por sus experiencias con los East Hills Singers. “Comencé haciendo esto porque pensaba que debía devolver algo”, comenta. “Se transformó en un concepto tonto en un par de semanas porque he recibido mucho más de lo que voy a ser capaz de dar en mi vida”.
El escritor Leslie Cockburn dice que lo más difícil cuando se hace un documental es hacer que algo complejo parezca simple. En Dirigiendo Esperanza, la complejidad radica en hacer un ensamble cohesivo. Los internos no hacen audiciones, y el número de participantes varía frecuentemente. La mayoría de los casi cincuenta cantantes no han cantado en un ensamble antes, y en los conciertos, actúan con un coro comunal separado de hombres. Ese mismo día es su primera actuación juntos. Son el primer coro de una prisión estadunidense que actuará fuera de la prisión.
La complejidad de la vida de los internos también es enorme. Los cantantes han sido encarcelados por numerosos crímenes, incluyendo el uso y la fabricación de drogas, robos, intentos de asesinato y abusos sexuales. Muchos vienen de circunstancias difíciles y no se toman bien la crítica. Para algunos, ésta es su primera actividad grupal. A pesar de las diferencias en las edades y los antecedentes, los cantantes tienen una cosa en común –todos están esperando salir en libertad y ser nuevamente parte de la sociedad. Las habilidades que aprenden aquí apuntan a mejorar sus vidas y a proveerles de las herramientas necesarias para triunfar cuando estén en libertad.
La historia de Dirigiendo Esperanza es una historia de redención. En la película vemos hombres en los diferentes tramos de ese camino. Se puede ver al rapero Essex Sims, un interno que no se puede unir al coro debido a que tiene una sentencia a cadena perpetua, quien compuso una canción mezclando la letra de su rap y la melodía del canto gregoriano. También se muestra a Kurt Irish, un interno que está lidiando con problemas de adicción al alcohol y a las drogas, emocionado por cantar en su último concierto antes de salir en libertad. También están los que se encuentran del otro lado en la saga de la redención. David Jones, quien anteriormente formaba parte del coro como interno y luego de salir en libertad (o como los East Hill Singers le dicen, de su “graduación”) continúa cantando como cantante comunal, tiene su propio negocio como contratista.
También se puede ver a las familias de los internos, que han sido profundamente afectadas por las sentencias a prisión. Algunos miembros de las familias no pueden o no quieren visitar a los cantantes en la prisión, entonces los cuatro conciertos anuales les permiten a los internos reconectar con sus familiares y ser vistos de manera positiva aunque sea por un instante.
Lo más notable de los East Hill Singers es que todo lo que hacen no es nada del otro mundo. Los internos no conforman un coro sólido, fuerte. La entonación es un problema, hay voces que sobresalen y su precisión para la música decae y disminuye tanto como su concentración en los ensayos. El coro comunal que ensaya por separado suena mejor, pero no mucho mejor. La selección más difícil del ensamble es el primer movimiento de Testament of Freedom, de Randall Thompson. Carson dice que a veces “el nivel de coro no es el que me gustaría tener, pero tengo que recordar que el nivel de la actuación no es la razón más importante de estar acá”. El mismo Carson tiene un nivel regular, con un gesto de dirección que a pesar de ser claro es lento, pesado, deliberado, con los brazos suspendidos sobre su pecho y sus ojos pegados a la partitura.
Pero lo que Dirigiendo Esperanza le muestra a su audiencia es el poder transformador que tiene la música, incluso en coros regulares. Con las primeras escenas tomadas dentro de la prisión, pronto comenzamos a ver la vida fuera del recinto a través de los ojos de los mismísimos reclusos. Ellos disfrutan inmensamente las actividades más simples, incluido el traslado en camioneta desde la iglesia hasta el lugar del concierto. Sus ojos se iluminan mientras saborean una “comida de verdad” en la iglesia. Sus reacciones luego del concierto muestran cuánto valoran la naturalidad de estos momentos.
Los directores entienden los desafíos a los que Carson se enfrenta. En ocasiones con hasta cincuenta cantantes amateur e iniciales, su consejo es el que todos conocemos: “Articulen, articulen, articulen”, “carpetas en su mano derecha – su otra derecha”. La escena que muestra el armado de las plataformas, entre otras varias instancias de logística del concierto, es muy familiar. Pero su enfoque mundano, pragmático, ayuda a transformar la vida de los cantantes. Hace cantar a numerosos solistas, quienes adquieren confianza a través de sus experiencias. Entre cada canción del programa hay una larga introducción hecha por distintos internos. Si bien parece algo trivial, Carson invierte mucho tiempo en la preparación para que los internos puedan hablar ante sus espectadores. “Me consta que si ellos se pueden parar y contar un relato de dos minutos al frente de doscientas personas, cuando salgan de prisión van a poder hacer una entrevista de trabajo. Va a ser fácil”.
Producido y dirigido por Margie Friendman, este es un documental que el público en general puede disfrutar, pero los directores lo van a valorar por una razón en especial. Sabemos que incluso las experiencias musicales mediocres y mundanas tiene el poder de sanar a la humanidad. Pero en esta película, contra el telón de vidas unidas al horror, podemos ver que la transformación comienza a ganar terreno: cantantes aprendiendo sobre liderazgo, trabajo en equipo y responsabilidades personales. Comparten sus miedos, esperanzas y valores abiertamente. Aprenden el valor de la gratificación tardía, aprenden a tener “agallas”, aprenden a desarrollar el pensamiento crítico y usan la crítica para mejorar las habilidades personales. Los conciertos son los mejores ejemplos de esto para los cantantes. Como a muchos de los internos les han recalcado sus fracasos miles de veces, muchos ven que ser parte de un coro simplemente les da la oportunidad de hacer algo en lo que todavía no han fracasado. Y mientras se esfuerzan y luchan, no fracasan. La reacción más común del público ante el concierto es que los cantantes “no parecen presos”. Y por un par de horas no lo son. Como dice la madre de un interno: “Cuando veo al coro, no veo solo a mi hijo, sino realmente, veo a los hijos de muchas madres en el escenario. Tal vez alguno de ellos no tienen a su madre, entonces me hace sentir muy bien ser parte de esto”.
Como músicos dedicados, queremos saber cómo la música puede tocar la vida de más personas y enriquecer nuestras comunidades. La historia de los East Hill Singers es una historia sobre el éxito. La tasa de reincidencia en las prisiones de Estados Unidos es del 50%. En el coro de East Hill es del 18%. Si bien los finales felices no son universales, Dirigiendo Esperanza es un testamento del poder de la música. Muestra a los directores que podemos desarrollar y expandir programas musicales corales emocionantes para alcanzar a más personas entre muchos más propósitos.
Como ex-integrante del Coro de Niños de Saint Louis, Tobin Sparfeld ha sido tutor en todo el mundo. Desde Vancouver, British Columbia, en el oeste hasta Moscú, Rusia, en el este. Tobin también ha cantado con Seraphic Fire y el grupo coral Santa Fe Desert. Además ha trabajado con coros de todas las edades, como Asistente Musical del Director en el Coro de Niños de Miami y como Director Asociado del Coro de Niños de Saint Louis. También enseñó en el Instituto Principia y fue el Director de Actividades Corales en la Universidad Millersville en Pensilvania, fue director asistente del Grupo Coral Cívico de Greater Miami. Tobin obtuvo su DMA en Dirección de la Universidad de Miami en Choral Gables. Estudió con Jo-Michael Scheibe y Joshua Habermann. Recibió el Diploma de Artista Maestro del Instituto CME liderado por Doreen Rao. En la actualidad es el titular de la División Musical de la Universidad Los Angeles Mission, que es parte de la Universidad Comunitaria del Distrito de Los Angeles. Email: tobin.sparfeld@gmail.com
Traducido del inglés por Aldana Audisio, Argentina
Revisado por Carmen Torrijos, España