Editorial

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Sin duda alguna, compongo música para seres humanos[1]

 

2013 es un año de grandes eventos, en el que no solo recordamos a Verdi, Gesualdo y Wagner. Hay otro aniversario importante para el mundo de la música, el centenario del nacimiento de un gran compositor de teatro musical y música coral: Benjamin Britten.

 

«Yo creo […] que el deber del compositor, como miembro de la sociedad, es hablar por el resto de seres humanos y, al mismo tiempo, dirigirse a ellos». Esto es lo que Britten solía decir, y lo cierto es que su música habla sobre los niños y está dirigida a ellos en particular. Cuando tenía cinco años ya disfrutaba tocando el piano y componiendo; es posible que esta sea la razón que le haya llevado a dedicar gran parte de su producción musical y teatral a la infancia y a la adolescencia.

 

«[…] Ofrecer a mis compañeros música que los inspire, los consuele, los emocione o los entretenga, incluso que los eduque», ese es el objetivo de la expresión artística de Britten. La música es, en primer lugar y por encima de todo, un lenguaje con el que es posible transmitir mensajes, un medio de comunicación entre los seres humanos que debe ser comprensible y accesible para todos. Sin embargo, el valor educativo de su obra no está presente solo en su contenido: en las composiciones de Britten los niños no son meros oyentes o espectadores, sino que se involucran como cantantes, actores y músicos. Se trata de una experiencia musical de primera mano, algo que no solo escuchan sino que los niños representan, crean y recrean a través de la forma de expresión por excelencia, ya que la voz es el primer instrumento que tenemos a nuestra disposición.

 

La temática también es de gran interés: la denuncia de la explotación infantil, la búsqueda de la paz, el derecho a la felicidad, la infancia como etapa de crecimiento y, en particular, el derecho a la libertad de expresión. En sus obras, Britten trata todos estos temas sin caer jamás en el sentimentalismo y con un discurso directo que es a veces humorístico y juguetón, pero lleno de vida por encima de todo. Para Britten, el mundo de los niños no es un universo ficticio que se haya de recrear de forma artificial, sino la verdadera infancia en todas sus expresiones.

 

El compositor nunca olvida que, a cualquier edad, la herramienta más efectiva en la educación es la diversión: «hoy en día, tenemos que agradar a la gente de la forma más seria que podamos». Britten nos enseña que la música es un juego que hay que tomarse en serio.

 

Página web sugerida: http://www.brittenpears.org/

 


[1] Todas las citas están tomadas del discurso que Benjamin Britten pronunció en los Premio Aspen  de 1964.

 

 

Traducido por Tania Filgueira, España

Revisado por María Zugazabeitia

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