Yin-Chu Jou, Directora artística de la FAF / Representante ante la ONU y la UNESCO
Nueva York, NY. La riqueza de la expresión coral, y su capacidad de promover la buena voluntad intercultural, nunca fue tan evidente como durante el pasado mes de junio en el primer festival coral anual Rhythms of One World «Ritmos de un mundo», en la ciudad de Nueva York.
«Ritmos de un mundo» es un festival con una misión: promover la paz a través del intercambio cultural –la visión de un mundo mutuamente más cooperativo es algo que está inscrito en el corazón de la Fundación Embajadores de la Amistad (FAF, por sus siglas en inglés). Además, fue la primera celebración por el aniversario de la creación de las Naciones Unidas (26 de junio de 1945). Un concierto televisado muy especial se llevó a cabo en la icónica sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas, poco antes de su cierre por reformas durante largo tiempo, para una numerosa y agradecida audiencia de diplomáticos y otros invitados especiales.
Las ganancias de las entradas prácticamente agotadas para el concierto en el Avery Fisher Hall del Lincoln Center fueron donadas a diversas ONG internacionales, lo cual fue destacado favorablemente por el New York Times y otros medios de comunicación.
A partir de la idea original de Yin-Chu Jou y Patrick Sciarratta -ambos de la FAF-, y bajo la conducción del compositor ganador del premio Emmy Gary Fry, director artístico del festival, este evento no competitivo reunió a siete conjuntos corales de élite de diversos rincones del mundo. Los coros fueron seleccionados por su excelencia y por su capacidad para presentar la música autóctona de sus culturas. El resultado fue notable, con grupos que no solo eran sumamente musicales, sino que abarcaron todo el espectro de edades, localizaciones geográficas y géneros musicales, para el deleite del agradecido público de Nueva York.
Desde Australia llegó el Coro de Cámara de la Universidad de Newcastle (dirigido por Philip Matthias), con su colorido repertorio de música que incorporaba las imitaciones del canto de los pájaros australianos y cantos de sobretonos armónicos. El famoso Coro de Niñas de Noruega (cuya directora es AnnaKarin Sundal-Ask) presentó la música de Grieg, así como compositores contemporáneos noruegos, de modo dramático.
La música folklórica americana de los Apalaches, presentada con acompañamiento de violín, banjo, guitarra y bajo, constituyó el núcleo del atractivo repertorio del Coro de Niños de los Apalaches de Virginia Occidental (bajo la dirección de Selina Midkiff). Los ritmos contagiosos y las atractivas armonías de las canciones caribeñas estuvieron presentes en la entretenida actuación de la agrupación Signal Hill Alumni Choir (con la dirección de John Arnold) procedente de la isleña nación Trinidad y Tobago, que utilizó una colorida vestimenta.
El conjunto con sede en Luxemburgo Voices International (Thomas Raoult es su director), que se enorgullecía de mostrar cantantes de 22 nacionalidades entre sus integrantes, ofreció un variado repertorio de música clásica europea, así como también una selección de obras populares y religiosas. La música de los artistas inuit (pueblos esquimales) fue la única representante canadiense en el festival, con los County Town Singers (dirigidos por Barbara Ouellette).
También 65 jóvenes de Sudáfrica cantaron y bailaron un programa fascinante de música africana, lleno de lanzas, botas y tambores tribales, ya que el Kearsney College Choir (dirigido por Bernardo Krüger) hizo en este festival su primera escala de una extensa gira por Estados Unidos. El final de su gira de conciertos, también facilitada por FAF, los vio lograr una medalla de oro y un título de campeones en los Juegos Corales Mundiales, en julio.
Quienes asistieron a los conciertos del festival «Ritmos de un mundo» pudieron experimentar, literalmente, el mundo de la música coral tradicional, popular y regional de una manera diferente, como en ninguna otra parte. Y quienes observaron la camaradería y el espíritu de alegría entre los cantantes, y también el gran compromiso del público en cada lugar, pudieron ver claramente el poder de la música coral como una hermosa manera de fomentar la amistad internacional. El festival anual y su mensaje proporcionarán un valioso paso hacia un mundo más pacífico.
Unidos por el Canto en las Naciones Unidas
El festival, de una semana de duración, brindó una amplia oportunidad a cada coro para presentar conciertos individuales de programa completo, para dar talleres sobre su repertorio cultural y para participar en las actuaciones corales masivas. Los conciertos individuales se presentaron en lugares como el Merkin Hall del Kaufman Center, un escenario más íntimo (de 450 butacas) y acústicamente favorable para eventos corales. Estas actuaciones resultaron a menudo particularmente ilustrativas para los miembros del público, ya que los directores se animaron a compartir ideas y antecedentes sobre el repertorio y su importancia cultural y musical.
En los diversos talleres, los cantores aprendieron unos de otros. Por ejemplo, quienes asistieron al taller del Kearsney College Choir aprendieron una canción africana en lengua zulú, con movimiento incluido. El Coro de Cámara de la Universidad de Newcastle utilizó la música del compositor australiano Iain Grandage para impartir un seminario fascinante sobre el canto de sobretonos armónicos. Estos talleres constituyeron una interesante y educativa experiencia sobre estilos musicales a menudo desconocidos para aquellos coros que no fueran de dichos países.
El festival destacó por dos conciertos corales masivos, en los cuales cada coro realizó un programa corto y luego se combinó para formar una masa coral de 350 cantantes. La primera de esas espectaculares presentaciones grupales fue la interpretación de la Canción de paz (basada en el conocido poema sinfónico Finlandia, de Jean Sibelius), arreglada por Gary Fry, director artístico del festival, que incluyó una apertura coral a cappella y un final poderosamente rítmico con percusión africana. En los conciertos en el Lincoln Center y en las Naciones Unidas, cada coro se presentó individualmente, ante un público extasiado que disfrutó de una cascada de diferentes estilos musicales, como si viajara a siete lugares exóticos alrededor del mundo. Finalmente, todos los participantes se reunieron para interpretar jubilosamente Ritmos de un mundo, una canción contemporánea de celebración, encargada especialmente a Fry para el festival. Hubo un satisfactorio simbolismo en el hecho de que, para el número de apertura del concierto, todos los coros se presentaron con sus respectivos uniformes, pero para la última obra del festival todos llevaron exactamente la misma vestimenta y enseñaron al público una frase de la canción para que, al final, incluso ellos se convirtieran en parte del numeroso coro.
La culminación del festival fue el segundo concierto de la masa coral, esta vez no en una sala tradicional de conciertos sino en un lugar conocido en el mundo entero por sus esfuerzos para promover la paz internacional: la sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue aquí, más allá de la música, donde el concepto del festival retumbó como un acorde resonante. Aquí, en un lugar acostumbrado a los discursos, repicó el glorioso sonido de gente de todo el mundo cantando para celebrar a la vez su diversidad y unidad. Aquí, en un lugar tan frecuentemente preocupado por el conflicto y la discusión, había armonía en un sentido tanto musical como humano. Aquí había música y un profundo sentimiento entre los dignatarios presentes de que estos practicantes del arte coral ofrecieron también un significativo ejemplo de respeto intercultural, cooperación y amistad. Aquí fue realmente reconocida la misión del festival.
Para más información, por favor visite el sitio www.faf.org
Traducción: Javier Perotti, Mendoza, Argentina
Revisado por Carmen Torrijos, Madrid, España