Informe del Presidente del jurado, Graham Lack
Algunas competiciones son como vuelos transatlánticos de larga distancia; otras se parecen a los cortos vuelos de cabotaje. Esta competición pertenecía, sin duda alguna, a la primera categoría. Al llegar la última fecha de entrega (1 de Octubre de 2012) la oficina de la competición había recibido no menos de 637 trabajos. El jurado tenía una ardua tarea por delante. Para ser justo con los compositores, sentí que, como Presidente del jurado, mi única opción era pedirles a los miembros de éste (Libby Larsen, EE.UU; John Pamintuan, Filipinas; Olli Kortekangas, Finlandia y Paul Stanhope, Australia) que todos revisasen cada trabajo y que sugirieran los candidatos para la segunda ronda. Asignarle aproximadamente 120 piezas a cada miembro hubiera significado menos trabajo para cada integrante al principio, pero también hubiera afectado el proceso de lectura debido a las diferentes preferencias estilísticas y musicales. Confiamos en los puntos de vista y opiniones de todos desde el primer momento. Para la segunda ronda se enviaron 139 composiciones las cuales, en opinión del jurado, merecían una deliberación más extendida. Para ser honesto, les puedo contar a los lectores que esta etapa ocurrió en un entorno de computación en la nube, aunque, obviamente, no puedo revelar los detalles de esas deliberaciones virtuales. Así, solo 15 piezas llegaron a la ronda final, la cual se realizó en una prolongada llamada de conferencia por Skype que inicialmente conectó a EE.UU con Finlandia, Australia con Alemania, Filipinas con Italia (Rimini, de hecho, donde el juez de competencia, Andrea Angelini, miraba y escuchaba) y, por supuesto, a todos con todos. Es maravilloso cuando la tecnología funciona; es espantoso cuando no lo hace…
Desde el comienzo se estableció una política de consenso y fue realmente gratificante el darnos cuenta de que tan solo tres trabajos calificaban, nuestros verdaderos candidatos, nuestros tres ganadores. Luego de la deliberación, que fue informativa, cortés y constructiva en todo momento, surgió nuestro merecido ganador: Francis (Frank) Corcoran (Irlanda), por su pieza Eight Haikus. Él recibe 5.000€ , junto con un diploma de la competición. El trabajo será, de acuerdo a las reglas, estrenado por Philippine Madrigal Singers, el 5 y 6 de octubre. En cuanto a los dos premios especiales, éstos se entregaron a Itzam L. Zapata Paniagua (Mexico), cuyo On Desire funciona, en opinión del jurado, como un «Paisaje Acústico Original» y a Rudi Tas (Bélgica), cuyo Pie Jesu, también en la opinión del jurado, exhibe una «Originalidad Armónica Notable». El primer trabajo será parte de un seminario y posiblemente será estrenado por VOCES8, la otra pieza también será parte de un seminario con el conjunto Kammerchor Consonare Hamburg, y quizá sea estrenada también. Esperamos que ambos compositores puedan asistir.
Se decidió otorgar una serie de Menciones de Honor. Estas incluyeron a Ivan Bozicevic (Croacia) en la categoría Apto para Coro Juvenil, por su Yuku haru ya; Xingzimin Pan (EE.UU) en la categoría Apto para Coro Comunal por su Poem I; Christopher Evans (RU) en la categoría Apto para Coro Escolar por su Far on the Sands; y Gaetano Lorandi (Italia), cuyo Ave Verum además de estar bien escrito, demuestra que tiene un buen valor de repertorio. Simplemente, felicitaciones para estos siete compositores.
Volviendo al tema de la enorme cantidad de inscripciones, nos preguntamos qué precipitó semejante fenómeno. Primero y principal, la campaña de publicidad fue un éxito y las noticias llegaron a compositores de todo el mundo: a conservatorios y academias, a sus maestros y profesores de composición y a los directores de coro y cantantes. Segundo, para participar en esta competición no había cuota de inscripción, ni restricciones como el límite de edad, la nacionalidad o el país de residencia. Los trabajos sólo debían ser a cappella, las partituras podían ser hasta para ocho voces (SSAATTBB), para voces mixtas, y no debían durar más de ocho minutos. Tercero, no había un tema específico para esta competición. Los compositores podían musicalizar cualquier texto en cualquier idioma (con la correspondiente traducción al inglés cuando fuera apropiado y necesario) no importaba si era sacro o profano, nuevo o antiguo, publicado o inédito (establecer los derechos de autor de los textos que no eran de dominio público fue tarea de los participantes antes de la presentación). Finalmente, el merecido ganador del premio recibiría una generosa cantidad de dinero (una decisión que debemos agradecerle al presidente de la IFCM, Michael J. Anderson) y su trabajo sería estrenado por una agrupación musical de renombre.
(Click on the image to download the full score)
(Click on the image to download the full score)
(Click on the image to download the full score)
El estándar fue alto, ciertamente más alto en comparación con la Primera Competición Internacional de Música Coral, celebrada en 2010. Parece que muchos competidores han entendido algunas cosas: cuán importantes son el registro y la tesitura, que la voz líder debe crear un sentido horizontal, que una obra debe mantener un sentido armónico de progresión (o lógica, al menos), cuán importante es que la música sea creada para combinar con el texto y cuán necesario es escribir para la voz, para cada voz, para todas las voces de una agrupación musical y no sacrificar la «cantabilidad» en aras del efecto coral.
En lo que espero no sea un tono más grosero, fue decepcionante ver cuántos compositores estuvieron dispuestos a firmar una declaración jurada de legitimación de que su trabajo nunca había sido representado previamente, cuando esto no era completamente cierto. Una búsqueda rápida por Internet realizada por el comité de adjudicación reveló muchas cosas: la red es un pésimo escondite. Se descubrió que otros trabajos, que no habían sido representados antes de la fecha de presentación, se estrenaron entre esa fecha y antes de la última fecha de presentación de la competición, o antes de que el jurado anunciara su decisión. Puede que se haya cumplido con la letra de la ley, pero el espíritu de la ley (donde, por razones obvias que atañen a la preservación del anonimato, se asume que el jurado solo toma en consideración trabajos que no se hayan representado hasta el momento en que se tome una decisión) fue ciertamente transgredido. Asimismo, el primer premio incluía un estreno, lo que invalida ese tipo de trabajos. Dichas piezas y sus compositores fueron de este modo descalificados. En el mejor de los casos, y para dar a la mayor cantidad posible de compositores el beneficio de la duda, algunas interpretaciones del seminario que llegaron a varios sitios web eran claramente casos en los que el participante no las clasificaba como representaciones propiamente dichas , y no las consideraba como parte del dominio público. En los peores casos, hubo algunos trabajos que fueron estrenados a nivel mundial, uno de ellos por una agrupación musical reconocida en una sala de conciertos emblemática en el ámbito musical de una gran ciudad, con cobertura de prensa y campaña publicitaria y reseñas en diarios y revistas especializadas de renombre. Esto solo puede entenderse como un intento de conseguir dinero mediante engaños. Tal actitud se vio con reprobación. Aunque se puede debatir si el foro del ICB es el lugar adecuado para hablar de estos asuntos, no deberían existir temas tabú y me siento lo suficientemente seguro como para hablar sobre lo que fue una situación riesgosa desde que comenzó la labor del jurado.
Déjenme terminar con un tono más positivo: el trabajo que gradualmente llegó a la superficie y que comenzó a filtrarse en las mentes de los miembros del jurado es una fina composición. No es un canto fácil. No debería sentirme nervioso o avergonzado sobre esto. Sin embargo, las pautas de la competición señalan claramente un objetivo principal que consiste en: «promover la creación y distribución de literatura coral nueva, innovadora y accesible». En cuanto al último criterio, accesibilidad, bueno, estoy seguro de que hay suficientes coros y agrupaciones musicales en el mundo cuyos cantantes podrán resolver técnicamente lo que a primera vista parece ser una dificultad del lenguaje rítmico en el trabajo de Frank Corcoran, Eight Haikus, y captar inmediatamente la discutible recóndita naturaleza de las hermosas y, si se quiere, fugaces melodías, basadas sencillamente en proporciones armónicas. En resumidas cuentas, esta composición es una hazaña y un gran, pero no insuperable, reto musical, uno al cual muchos grupos alrededor del mundo pueden hacer frente. Y si la música va más allá de lo que un coro es capaz de hacer en este momento, los directores pueden optar por los excelentes trabajos de Itzam Paniagua y Rudi Tas, o aquellos de los respetables participantes que recibieron una Mención Honorable en una categoría especial de coro: Ivan Bozicevic, Xingzimin Pan y Christopher Evans.
Por último, fue un gran placer leer aproximadamente treinta trabajos manuscritos cuyas partituras le brindaron al jurado una percepción diferente en los tipos de procesos musicales de cada composición en particular. Estuvimos muy complacidos al escoger uno muy bien realizado: la obra de Gaetano Lorandi.
Esperamos que la Competición Internacional de Música Coral tenga cada vez más éxito con el correr del tiempo. La próxima entrega será la tercera (es un evento bienal) y está programada para el 2014. Dios, parece que llegará en cualquier momento.
Traducido por Ana Laura Cavagnaro, Argentina.
Revisado por Carmen Torrijos, Madrid, España.
Frank Corcoran (nacido en 1944)
«Llegué tarde a la música culta; los paisajes sonoros de la infancia perduran. El mejor trabajo con la imaginación/intelecto tiene que ser exorcístico/laudatorio/excavatorio. Creo apasionadamente en el paisaje onírico «irlandés», dos idiomas, la polifonía de la historia, no de la ideología ni del programa. Ningún compositor irlandés ha profundizado todavía adecuadamente en nuestro pasado. El camino hacia adelante, las formas y la técnica más novedosas (para mí especialmente el macro-contrapunto), es el camino de vuelta a la experiencia más profunda del ser humano.»
Frank Corcoran nació en Tipperary, cursando sus estudios en Dublín, Maynooth, Roma y Berlín (con Boris Blacher). Fue el primer compositor irlandés en estrenar una obra en Viena, su Sinfonía No. 1, en 1980.
Fue inspector de música del Departamento de Educación de Irlanda entre 1976 y 1979. En 1980 se le concedió una beca del Berlin Künstlerprogramm de investigación en composición. Fue profesor invitado en Berlín occidental en 1981 y profesor de música en Stuttgart en 1982. A partir de 1983 fue profesor de composición y teoría en el Staatliche Hochschule für Musik und darstellende Kunst, en Hamburgo. Durante 1989 y 1990 fue profesor invitado y becario Fulbright en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, así como conferenciante invitado en las universidades de Princeton, CalArts, Harvard, Boston College, Nueva York e Indiana.
Sus obras se han interpretado y difundido en Europa, Asia, USA, Canadá y Sudamérica. Ha escrito obras por encargo para NDR, RTÉ, The Arts Council, U.W.M., Sender Freies Berlin, W.D.R., Deutschlandfunk, North South Consonance New York, Dublin Living Music Festival, Cantus Chamber Orchestra Zagreb, Dublin Festival of Twentieth Century Music, el Concurso Internacional de Piano AXA, Wireworks Hamburg, Slí Nua, RTÉ lyric fm, Now U Know Washington, New Music Boston, Carroll’s Summer Music, Book of Kells U.W.M., Crash Ensemble, el Ministerio de Cultura de Hamburgo, Tonhalle Düsseldorf, Stuttgart Bläserquintett, Irish Chamber Orchestra y el Coro de Cámara Nacional de Irlanda.
Los premios que le han sido otorgados incluyen el Primer Premio Studio Akustische Kunst en 1996 por Joycepeak Music (1995), Primer Premio en 1999 de la Bourges International Electro-acoustic Music Competition por la composición Sweeney’s Vision (1997) y en 2002 el Swedish EMS Prize por Quasi Una Missa (1999). También se le concedió en 1972 el Premio Feis Ceoil, en 1973 el Premio Varming y en 1975 el Premio de la Orquesta Sinfónica de Dublín. Recientemente ha ganado el Sean Ó Riada Award en el Festival Coral Internacional de Cork en 2012 por Two Unholy Haikus. Sus obras han sido editadas en CD por los sellos discográficos Black Box, Marco Polo, Col-Legno, Wergo, Composers’ Art, IMEB-Unesco, Zeitklang y Caprice. Frank Corcoran es miembro fundador de Aosdána, la Academia Estatal Irlandesa de Artistas Creativos.
Traducido del inglés por Helen Baines Clayworth, Banyoles, España
Revisado por Carmen Torrijos, Madrid, España