Isabelle Métrope, Editora gerente de ICB
Prácticas de sobriedad digital: un nuevo concepto que nos invita a actuar de forma responsable a la hora de consumir productos digitales. La cantidad de información disponible ha crecido exponencialmente en las últimas décadas (como ejemplo, más de 500 horas de contenido son cargados a YouTube cada minuto[1]). Hasta ahora, nuestro consumo no parece mermar. El BCI reunió unas cifras que ayudan a reflexionar sobre el papel que la música desempeña en esta situación.
Empecemos con una definición: Tecnologías de la información y la comunicación (TIC): Conjunto diverso de herramientas y recursos tecnológicos utilizados para transmitir, almacenar, crear, compartir o intercambiar información. Estas herramientas y recursos tecnológicos incluyen computadoras, Internet (sitios web, blogs y correos electrónicos), tecnologías de transmisión en vivo (radio, televisión y transmisión por web), tecnologías de transmisión grabada (podcast, reproductores de audio y video y dispositivos de almacenamiento) y telefonía (fija o móvil, por satélite, videoconferencias, etc.). [2]
Con el aumento y expansión de las tecnologías de la información y comunicación, que incluyen la aceleración de la digitalización musical, la cantidad de material tangible utilizado en la industria de la música ha descendido aparentemente. Se puede pensar inmediatamente que este panorama podría ser beneficioso para el ambiente: menos producción de plástico, por lo tanto, menos desechos; y el almacenamiento de nuestra música, que ocupa algo de espacio en cualquier dispositivo, es prácticamente eterno. Por supuesto, el almacenamiento y acceso cuestan energía, pero comparada con la energía que ahorramos al no tener que enviar millones de CD a todo el planeta o al no tener que reciclar formatos musicales obsoletos, es probablemente menos grave que los realmente grandes emisores de gases de efecto invernadero como fábricas, aviones o autos… ¿Verdad? Pues bien…
Las tecnologías digitales emiten actualmente el 4 % de los gases de efecto invernadero (GEI), es decir, más que la aviación civil. Este porcentaje podría duplicarse para 2025 hasta alcanzar el 8 % de todas las emisiones de GEI, es decir, el porcentaje actual de las emisiones de los autos. (2019, fuente: TheShiftProject.org)
¡Vaya, vaya! Traslademos este número a una línea de tiempo: en 2013, el porcentaje de las TIC era solo de 2,5 %. Esta expansión ha sido vertiginosa, la cual no incluye todavía el drástico cambio hacia el uso de la comunicación en línea en 2020 causado por la pandemia, que ha hecho disparar el número de teletrabajadores que necesitan soluciones para conferencias en línea; ha provocado una demanda general de más espacio de almacenamiento en la nube y, en mucho menor cantidad, un mayor número de videos corales producidos y compartidos, soluciones para ensayos en línea y festivales virtuales. Dicho esto, una gran diferencia entre el mundo coral y el “resto del mundo” es que, tomando en cuenta que la música vive de ser compartida entre personas en un espacio físico, es más predecible que la mayor parte de la información coral intercambiada en línea debido a la crisis del COVID-19 volverá a estar como antes más pronto de lo pensado. Sin embargo, ¿es la música digital más ecológica?
Las universidades de Glasgow, Escocia y Oslo, Noruega, llevaron a cabo una investigación en conjunto y compararon las emisiones de gases de efecto invernadero y la producción de plástico para varios formatos musicales en las últimas décadas. Esta comparación se basó en datos estadísticos estadounidenses, pero la tendencia mostrada podría ser aplicada más ampliamente. Los años usados son los mejores para los formatos musicales correspondientes de acuerdo a la Asociación de Industria Discográfica de Estados Unidos.
En pocas palabras: la cantidad de plástico usado en la industria de la música estadounidense cayó de 58 millones de kilogramos en 1977 a 8 millones de kilogramos en 2016. Mientras tanto, las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron hasta alcanzar 350 millones de kilogramos tan solo en el año 2016.
En la cantidad de gases de efecto invernadero producidos, la investigación incluyó la emisión en continuo así como cualquier tipo de descarga.
A menudo, los coros que graban discos compactos no tienen otra alternativa: la gran mayoría de las disqueras muestra el trabajo de artistas en línea en las plataformas habituales de emisión en continuo; por lo tanto, abstenerse de la digitalización significa renunciar a oportunidades. Sin embargo, sería interesante reflexionar en cuán frecuente, nosotros, los consumidores, recurrimos a la música emitida en continuo cuando ya poseemos la misma en formato local, ya sea en CD o en un disco duro. Los hábitos se adoptan rápidamente…
David contra Goliath: La música contra los videos
The Shift Project es un laboratorio de ideas francés “dedicado a informar y ejercer influencia en el debate sobre la transición energética en Europa”. De hecho, su página web es una fuente útil de contenido interesante para quien desee cambiarse a una denominada “economía poscarbono”.
Entre los resultados de la investigación disponibles, una cifra salta a la vista. Siendo las TIC, como se afirmó anteriormente, responsables del 4 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, una forma de uso digital en particular predomina en estas emisiones:
La descarga de videos representaban el 80 % de las descargas de datos globales en 2018 (…). El resto de las descargas de datos cubre usos extremadamente diversos: sitios web, correos electrónicos, mensajería instantánea, almacenamiento de fotos y datos varios, redes informáticas empresariales, etc.
La visualización de videos en línea, que constituye la mayoría de las descargas de datos, genera más gases de efecto invernadero que España en un solo año[3].
Muchos pocos hacen un mucho
En su artículo, Flannery Ryan ofrece algo para la reflexión y acciones para los coros y organizadores de eventos. He aquí algunas ideas para realizar cambios a nivel individual hacia prácticas digitales más responsables y sobrias:
- El Shift Project, mencionado anteriormente, desarrolló una extensión para navegador que consiste en una calculadora de CO2 llamada Carbonalyser[4], la cual muestra la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos en un período determinado de tiempo, así como, las 5 páginas web visitadas que hayan transferido la mayor cantidad de datos, entre otras cosas.
- La mayoría de los videos está disponible en línea en varias calidades hasta HD. Adapta la calidad al dispositivo que estás utilizando.
- Desactiva la opción “Reproducción automática” en plataformas de transmisión de videos y decide tú mismo(a) lo que deseas ver.
- Observa la alta pila de libros delante de ti… ¿Cómo luciría si redujeses el consumo de videos en línea?
- Descarga tu música favorita en lugar de recibirla regularmente a través de la emisión en continuo.
- ¿Buscas música en YouTube, pero no necesitas imágenes? Utiliza extensiones de navegador como “YouTube Audio”, para recibir solo la música.
- Hacer la limpieza de primavera de tus dispositivos no es una tarea divertida, pero luego sentirás menos peso, así como estará más liviano tu consumo energético (y tu dispositivo).
- Activa el modo oscuro de tus aplicaciones o programas. Tu vista sentirá más alivio, así como la batería de tu computadora portátil o teléfono inteligente.
De acuerdo con Carbonalyser, produzco 118 g de CO2 al momento de escribir este artículo. Esta es, en realidad, la emisión producida por mi extensa búsqueda de estadísticas verificadas. Hubiese sido mejor para el ambiente si las hubiese inventado… pero, al final, es una cuestión de elección.
Enlaces
- “Lean ICT: Towards digital sobriety”: Our new report on the environmental impact of ICT: https://theshiftproject.org/en/article/lean-ict-our-new-report/
- Instituto de Estadística de la UNESCO: http://uis.unesco.org
- Our World in Data (Nuestro mundo en datos): https://ourworldindata.org es un proyecto de Global Change Data Lab en colaboración con la Universidad de Oxford.
- Informe “IFPI Global Music Report 2021”: https://www.ifpi.org
Isabelle Métrope es cantante, directora y editora gerente del Boletín Coral Internacional. Estudió Lenguas Aplicadas y Gestión Musical así como dirección, canto y pedagogía, las cuales son el resultado de una curiosidad compulsiva que desembocó naturalmente en un fuerte interés en Musicología Sistemática. Además de cantar como solista y en varias agrupaciones corales profesionales, sus actividades favoritas son diagramar páginas, traducir, hornear pasteles, tomar fotos y viajar por el mar Mediterráneo. Ah, increíblemente, ama también las estadísticas. Correo electrónico: icb.editor@ifcm.net
Traducido del inglés por Diana Ho, Venezuela
[1] Fuente: YouTube.com
[2] Fuente: Instituto de Estadística de la UNESCO
[3] Fuente: Proyecto de la Universidad de Oxford https://ourworldindata.org
[4] Búscalo en www.ecosia.org, “el buscador que planta árboles”.