Henrik Melius, Sweden
¿Qué es Spiritus Mundi? Spiritus Mundi es una organización internacional creada en Suecia por el músico y empresario Henrik Melius en el año 2003. Esta organización ha llevado a cabo 45 proyectos en 20 países entre 2003 y 2017, principalmente centrados en el intercambio cultural, la música, la expresión artística y la educación, ayudando así a niños, jóvenes y adultos a transferir sus conocimientos sobre sus formas de vida, música y tradiciones.
Muchos de nuestros proyectos fueron pioneros. Cuando intentas que no se ha hecho antes, la sensación es similar a la de caminar por un terreno desconocido o por una fina capa de hielo. Cuando pienso en el trabajo que hemos realizado con jóvenes músicos de Israel, Palestina, Suecia, Noruega, Dinamarca y Sudáfrica gracias a nuestra plataforma Music on Troubled Grounds, que lleva en marcha desde hace 6 años, me maravilla ver lo que hemos podido conseguir.
Creamos Music on Troubled Grounds para dar voz a los músicos de Tierra Santa, jóvenes israelíes y palestinos. Esta iniciativa les ayudó a aprender a tocar y a componer música juntos pero no queríamos centrarnos en llevarlos solo encima de un escenario: nuestro objetivo también era darles la oportunidad de hablar, estrechar lazos cuando parecía imposible y conocerse entre ellos. La música era el punto en común que, con suerte, facilitaría una cohesión entre dos comunidades que habían aprendido a vivir temiendo al otro. La música puede hacer posible este cambio en cualquier parte del mundo.
No queríamos que los conciertos fuesen solo eso, conciertos. Nuestro objetivo era que los participantes fuesen más allá, construyesen amistades y compartiesen ese amor los unos por los otros. Para ello necesitábamos tiempo: años, de hecho. Por lo tanto, cada proyecto tenía que incluir una serie de actividades que no se limitasen exclusivamente a los ensayos y a componer música. Queríamos que todo el mundo se sintiese a salvo compartiendo sus experiencias sobre la guerra, el miedo y la ocupación. Esto no fue fácil. Para ello recurrimos a talleres de resolución de conflictos y a un gran número de actividades desenfadadas, como cocinar juntos.
Seleccionamos al personal a cargo del proyecto con mucho cuidado y recurrimos a músicos y a expertos mediadores de ambos bandos. Nosotros, los escandinavos, éramos la parte neutral. Invitamos a participar en este proyecto a músicos suecos, noruegos y daneses. Tras encontrarme con mi gran amigo, el músico Avishai Yaar, en una conferencia internacional de música en Jerusalén que él mismo produjo para el International Music Council, me vi inspirado a empezar trabajar para que este proyecto viese la luz. Mi amigo me animó a convertir mi sueño en una realidad.
Music on Troubled Grounds incluyó una serie de actividades para los participantes desde 2009 a 2013. Trabajaron, vivieron e interpretaron juntos en Suecia, Estonia, Tierra Santa y en la parte más rural de Sudáfrica. Los conciertos estaban organizados al final de cada proyecto en cada país. Después de mucho trabajo, de superar miedos, estrictos ensayos, discusiones muy difíciles y lágrimas, pero sobre todo alegría, estos esfuerzos conjuntos se presentaban sobre un escenario. MOTG se compone de muchas historias. Para este artículo me he centrado en compartir algunos de los recuerdos de los conciertos de Suecia, Estonia y Sudáfrica.
Presentar a la orquesta en Malmö no fue tarea fácil. La calidad de la música era excepcional, los arreglos y la interpretación impecables: pero esto era mucho más que un concierto. Durante los primeros días del proyecto me puse en contacto con 13 jóvenes músicos y les pregunté si considerarían participar en un debate moderado antes del concierto. Una presentación sobre sus vidas ante un público sueco. Estos músicos tenían su propio proceso para decidir si querían participar o no: afirmaron que la decisión tendría que tomarla un jurado de forma unánime.
No tomaron una decisión hasta el día antes del concierto y acordaron cuáles eran los temas de los que querían hablar y quién los expondría. Los cuatro elegidos representarían al grupo y hablarían por ellos. Fue una decisión muy valiente. Pusieron su corazón sobre la mesa y ante todo antepusieron el respeto ente ellos. La emoción pudo conmigo, estaba muy orgulloso.
Interpretaron canciones judías y árabes. La música parecía fluir del mismo sitio: los espectadores más mayores dejaron sus muletas a un lado y comenzaron a bailar. Personas de gran importancia de distintas denominaciones me habían comentado antes del evento que asistirían al concierto. Su intención era asegurarse de que las críticas a Spiritus Mundi y hacia el proyecto estuviesen justificadas. Hablaron conmigo antes de empezar y se mostraron sorprendidos cuando las palabras que salieron de sus bocas no era lo que esperaban. En lugar de acusaciones de antisemitismo o de normalización de la ocupación, sus palabras fueron de apreciación por el trabajo que estábamos haciendo.
Algo ocurrió como resultado de la interpretación de los jóvenes músicos israelíes, palestinos y escandinavos. Algo que resulta difícil explicar con palabras. Surgió una fuerza sin precedentes, tan solo por unos momentos, pero aún así muy cautivadora. No fue nada religioso sino de diferente origen. Procedía de un lugar diferente, sin religión alguna y parece que nos descubrió un lugar que nunca hemos dejado: simplemente se nos ha olvidado que pertenecemos a él. John Lennon hubiese estado muy orgulloso de ver cómo sus palabras WAR IS OVER – IF YOU WANT IT (la guerra ha terminado, si tú quieres) se convertían en realidad.
Nimrod, un participante israelí, propuso que la grabación del concierto se pudiese ver en cada puesto de control israelí. Danny, un mediador israelí lo miró con sorpresa y dijo: “¿cómo crees que los palestinos que han sufrido abusos por parte de la policía militar se van a sentir al ver esas imágenes?” El viaje con Music on Troubled Grounds continuó: con una nueva vestimenta, hacia un nuevo país.
En esta ocasión, pudieron interpretar su música ante un público internacional en Estonia. El sueño de la Tierra Sagrada seguía su curso. Subí al escenario, frente a una orquesta con integrantes que habían trabajado duro pero que, en otras circunstancias hubiese sido muy poco probable que fuese una realidad. Y con el sonido de la trompeta junto a los arreglos musicales.
Sabía que iba a ser difícil encontrar las palabras para describir el programa. No se trataba de un simple concierto: la puesta en marcha de estos eventos también incluía una transformación personal de muchos de sus participantes. Creo que nunca seré capaz de explicar todos los detalles sobre cómo consiguieron hacerlo posible.
Empecé hablando sobre la fascinación de mi abuelo por Tierra Santa. Parecía apropiado incluir una cita del artista Youssou N’Dour’s sobre como la música cambia el mundo. Llevé sus palabras sobre Music and Social Change hacia una perspectiva un poco más íntima. Hablé sobre cómo pasar del miedo al amor. De lo irreal a lo que solo puede ser una realidad. Fueron unas pocas palabras sobre como la reconciliación transforma y terminé mi intervención con una petición al público:
Si puedo pedirles una cosa, les pido que imaginen todo lo que esta singular orquesta ha pasado. Si pueden cerrar sus ojos un solo momento y buscar un lugar dentro de ustedes en el que sientan que todo es posible. Un lugar en el que el perdón ni siquiera es necesario, porque nunca hubo condena alguna.
Dejen que por favor les presente a Dalia a la trompeta, nuestra cantante Mai, Mohammed y Khaldoun prestando también su voz y acompañando al derbake, Nir con la guitarra, Petter al piano, Dror también con la guitarra, Anne-Marte al bajo, Tal como otro de nuestros cantantes…”
Un año más tarde nos volvimos a reunir todos, con un traje nuevo, en un país nuevo: Sudáfrica. El concierto tenía que empezar a las 6 de la tarde. Manar, una de las cantantes, estaba ondeando la bandera palestina. Stav llevaba ropa tradicional sudafricana y Rhoda, que justo era sudafricana, bailaba en todos y cada uno de los números. Samm, un rapero palestino, llevaba gafas y ropa de gángster. Petter y Anne-Marte, escandinavos, se alzaban con orgullo en tierras de Madre África. Estaban juntos de nuevo, formando parte de esa orquesta improbable, como parte de ese tercer concierto ante un público. Mattias, batería danés, parecía haberse convertido en Animal de los Teleñecos. Nir de Tel Aviv tenía problemas para escuchar su guitarra en el monitor.
Era un caos maravilloso. Me acordé de nuevo de John Lennon y de cómo los chicos tendrían que haberse sentido en el Shea Stadium en Nueva York. Seshego era diferente. El coro de colores en el escenario hablaba un nuevo idioma y se movían al unísono con la multitud. De hecho, se habían convertido en parte fundamental del público. Cuando la música llega al infinito, no importa quién está en el escenario y quién está entre el público.
Como muchos de los proyectos que se pusieron en marcha en Spiritus Mundi, nos enfrentamos a algún que otro reto. Hicimos frente a la disconformidad, a uno y mil obstáculos y al activismo periodístico. Había muchos que se preguntaban si de verdad estaba bien de la cabeza por poner en marcha proyectos como MOTG. Uno de los peces gordos de la televisión nacional sueca me comentó lo siguiente en privado:
¿Por qué narices vas a zonas de guerra? ¿Pero quién te crees que eres? ¡Nada de lo que hagas va a servir de algo
Otra de nuestras moderadoras sudafricanas, Zola, me comentó no hace mucho:
“El contenido de este proyecto es increíble. Se deberían escribir libros sobre esto. Has conseguido algo que hasta hace poco parecía imposible”.
Algunas de las palabras que aún resuenan en mi cabeza sobre la trayectoria de MOTG a lo largo de los años son:
Es mucho más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que un hombre rico entre en el reino de Dios.
Muchas veces también me encuentro con las siguientes preguntas:
¿Qué ocurrió después? ¿Cómo mides el impacto de los proyectos?
¿Crees que has conseguido hacer algo bueno? ¡Yo no veo paz alguna!
Los beneficios en los que creía eran las experiencias personales de cada uno. Las de los músicos, los educadores, los mediadores, mis compañeros y las mías propias. Aún siguen resurgiendo historias, años después, sobre aquellos pequeños encuentros que se produjeron gracias a MOTG. Diría que ha servido de inspiración a casi todos los que han contribuido a este viaje.
No hace mucho tuve noticias de lo que había sido de Stav, un participante israelí y Manar, de Palestina. Es muy duro lidiar con las circunstancias en las que se encuentran; especialmente Manar. Aún así, siguen quedando para cantar juntos, a pesar de lo que hacen se considera imposible. Muchos incluso dirían que son parte de un rompecabezas que no se va a resolver nunca. No puedo estar más en desacuerdo. La reconciliación es atemporal y no importa lo pequeños que sean los pasos que se dan hacia ella. Es mucho más poderosa que la guerra y los espeluznantes recuerdos del Holocausto. ¿O acaso hay algo más aparte del amor y la expiación que pueda transformar el mal?
Veo las terribles condiciones de vida de mis amigos palestinos y los apoyo por completo en su deseo por vivir y moverse en libertad por su tierra. Lo llaman apartheid y lo entiendo perfectamente. También soy testigo del viaje de la familia de Avishai para conseguir estar a salvo y disfrutar de la paz.
Las historias de la verdad en Sudáfrica y el proceso de reconciliación proporcionaron una perspectiva esencial al resto de participantes. El sueño puede cambiar. Una de las supervivientes del Holocausto, Eva Mozes Kor, nos ha mostrado cómo. Ella eligió el perdón, un paz de armonía más allá del mal. Se liberó a sí misma de una oscuridad eterna y en el momento en el que lo hizo, el sueño cambió por completo. Su camino la llevó al lugar más sagrado, en el que el odio pasado se convierte en una memoria viva de amor incondicional y está al alcance de nuestras manos. El mundo del perdón es real…
Music on Troubled Grounds nació en Jerusalén y para nosotros terminó en la Sudáfrica rural. Un sabio padre dejaría que su bebé aprendiese a caminar por sí mismo. Los participantes de este proyecto fueron los que de verdad hicieron el trabajo. Fueron los promotores del cambio. La música puede ayudar a conseguir esto en cualquier rincón del mundo, allá donde se necesite un verdadero cambio.
Henrik Melius ha sido testigo de cómo el liderazgo, la comunicación intercultural y el emprendimiento social se han visto definidos de distintas formas con el paso del tiempo. ¿Ha sido cosa del carisma y un pensamiento positivo? ¿La capacidad de tomar decisiones? ¿O las circunstancias que nos rodean? ¿Es un destino que aguarda tan solo a unos pocos elegidos o estamos hablando de algo completamente distinto? O, quizás, ¿es una combinación de todo lo anterior? Con más de dos décadas de experiencia en innovación en la comunicación cultural, emprendimiento social, música y educación, ventas y gestión de proyectos, la visión de Henrik Melius es radicalmente diferente. Henrik reconoce que el liderazgo en estos campos es una decisión que se toma dependiendo de las circunstancias, más que lo que diga un puesto de trabajo, la educación o la posición en la que nos encontremos. El liderazgo es para todos, y se define día a día. Henrik nació en Suecia y se ha visto reconocido por su capacidad para crear, gestionar y conseguir poner en marcha programas interculturales llenos de retos. Hace florecer las mejores cualidades de cada persona y se le conoce por sus habilidades prácticas y diplomáticas, además de por su empatía. Ha sido miembro de la directiva del International Music Council (UNESCO). Músico de profesión, durante muchos años ha trabajado en la industria musical Los Ángeles, en la gestión y promoción musical para grandes discográficas. Ha compuesto una canción de éxito para la radio norteamericana y ha sido productor de eventos musicales y teatrales a nivel internacional. Correo electrónico: henrik@spiritusmundi.nu
Traducido del inglés por María Ruiz, España