Xenakis…

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Roland Hayrabedian, director de coro y orquesta, Marsella, Francia

Al conmemorar en 2022 el centenario del nacimiento del compositor, me doy cuenta de que vuelvo siempre a la música de Xenakis con una alegría mezclada con gravedad. Me pregunto, dirigiendo una u otra pieza, y particularmente en este año, sobre las razones de lo que me parecen dos caras de una misma obra. De hecho, la energía que hay detrás de la música vocal de Xenakis estimula de forma increíble la capacidad de percibirse a uno mismo diferente luego de haber interpretado una obra. La energía que transmite la música es tal que, embriagados, salimos transformados por algo que bien podíamos llamar un ritual musical. Desde mi punto de vista, es la energía extraída de las fuentes del Mediterráneo lo que da a la música de Xenakis ese impulso vital y necesario. Para mí, la gravedad proviene del hecho de que las fuerzas oscuras, convocadas por Xenakis, nos recuerdan siempre las batallas libradas, los combates por venir, nuestra condición de humanos que las Cassandras, Pitias u otras divinidades magníficamente inventadas y fortalecidas por el poder de la narración humana nos repiten a lo largo del tiempo.

Pero ¿dónde está el arquitecto en todo esto? Por supuesto, especialmente a partir de los años 80, existen en la música vocal de Xenakis esos famosos glissandi que, como líneas de lápiz, dibujan el abismo. Esas masas vocales que se yuxtaponen, colisionan, haciendo desaparecer el texto a su favor. El cantante se apoya en los fonemas en los que el sentido importa poco mientras se cantan. Las palabras, si bien tienen sentido, no son más que fonemas tomados por su sonoridad y que son partícipes de un caos organizado y paradójicamente construido con valores rítmicos exigentes. La dificultad es grande para el intérprete, pero debe comprender que es bloque de un edificio en construcción; que su energía va a permitir desarrollar las partes de la estructura, que aquello imposible de cantar a veces, e incluso a menudo, es trascendido por la fuerza desplegada, privando el gesto musical (arquitectónico) sobre el detalle. Grandes líneas de fuerza aparecen frente al oyenye formadas por miles de puntos invisibles. Es el ojo convertido en el oído del arquitecto.

De esas masas sonoras, hechas de glissandi, tenutos, de sonidos puntuales, surge el edificio que el arquitecto-músico construye de manera tosca en un universo repleto de detalles. Despeja las líneas principales, aprovecha el sonido para significar el espacio. Esta noción del espacio (en Nekuia, por ejemplo) se hace con un ritmo que traslada el sonido de un atril al otro, dando lugar también a la dimensión del eco que dibuja los límites del lugar donde se desarrolla el ritual musical.

Mi primer contacto como director con la música de Xenakis fue con La Orestíada. El mito de los Atridas no podía dejar de interesar al compositor, hasta el punto de que el caos que relata, alimentado por las fuerzas del destino, la tormenta, la tempestad en el seno de una estirpe, se hace eco del tumulto de los elementos desencadenados al que, parecería, Xenakis estimaba especialmente. El estruendo de los elementos: esto es lo que puede sentir el oyente al escuchar una obra de Xenakis, pero el intérprete, el Hombre, está muy a menudo en el centro de la tormenta.

Abstract of the score of Oresteia © Copyright 1967, by Boosey & Hawkes Music Publishers Ltd. Reproduced by permission of Boosey & Hawkes Music Publishers Ltd. Solely for the use by International Federation for Choral Music

Por supuesto, en las primeras obras, como la Orestíada, o incluso A Colone y A Hélène, el texto relata, induce en cierta medida la música. En esta música, sentimos la dureza de la condición de los dioses pero también la de los hombres, y sin embargo la indulgencia (como en el desenlace de la Orestíada) prevalece sobre la venganza o la ira. Siempre me ha parecido que en las obras más recientes (Serments, Le Chant des Soleils, etc.), la música de Xenakis nos invita a encontrar el ideal del ser humano en medio del ruido, a imaginar al hombre lavado de toda su suciedad en el gran tambor del tiempo y los elementos. El ojo de la tormenta como única puerta de salida…

Este es sin duda uno de los rasgos más llamativos del hombre que fue Iannis Xenakis…

 

©Christophe Abramowitz
Roland Hayrabedian creó Musicatreize en 1987. Con este ensamble estrenó más de 300 obras nuevas. Dirige numerosas formaciones orquestales y vocales como el Coro o la Orquesta de Radio Francia, la Orquesta Filarmónica de Marsella, el Nederlands Kamerkoor… En 2022 dirige Waarg, Phlegra y La Orestíada de Xenakis con el ensamble Unitedberlin en Hamburgo, Berlín y Marsella. Con Musicatreize, el eje central sigue siendo el trabajo con los compositores actuales con los que se establece una estrecha relación, nacen proyectos con múltiples facetas.

 

Traducido del Francés por Leo Garrido, Argentina
Revisado por Juan Casasbellas, Argentina

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